Juca Chaves (1938-2023)

Juca Chaves (1938-2023)

Eu ria muito com Juca Chaves. Havia dois artistas naquele corpo adornado por enorme nariz — um lírico (Por quem sonha Ana Maria?) e um cômico (Dona Maria Tereza, Presidente Bossa Nova). Acho que, com o tempo, o cômico matou o lírico. Depois, a fonte secou para ambos. Isso há mais de 40 anos.

Mas lembro de minha família, nos anos 60, correndo para a frente da TV a fim de ouvi-lo cantar e destilar seu humor afiado. Ele se autodenominava O Menestrel Maldito. Só que, para mim, sumiu por décadas.

Soube hoje que, em 2015, ele foi favorável ao impeachment de Dilma. Já no ano passado, apoiou Lula.

Morreu ontem, aos 84 anos. Acho até que vou pegar um vinil dele e ouvir agora. O disco que tenho é uma coletânea de 1976, mas parece que o melhor Juca está quase todo ali.

João Gilberto Noll (1946-2017)

João Gilberto Noll (1946-2017)

Quem, em Porto Alegre, não conhecia João Gilberto Noll? Ele caminhava muito pelas ruas, era um sujeito alto e desajeitado que vestia roupas surradas e formais. Tinha o rosto meio torturado, mas sorria quando nos via. Uma vez, discutimos nos comentários de meu blog. Mas logo concordamos e eu deletei a indignação dele e minha resposta. Acho que ele sabia que eu era o chato que tinha contado quantas vezes personagens seus tomavam essa ou aquela atitude. Apesar de ele parecer simpatizar comigo, nunca quis me aproximar porque Noll aparentava habitar um plano de profundos pensamentos ao qual não estou acostumado. Ele ia muito ao cinema, sentava sempre lá atrás e era dos primeiros a sair. A única vez que falamos nem foi uma conversa. Na saída de um filme, “A Vida dos Outros”, ele me olhou com a cara significativa de “Que filmaço!” e eu disse o que ele estava pensando. Noll sorriu e balançou a cabeça afirmativamente. Eu gostava muito dos seus livros.

Foto: Luiz Eduardo Robinson Achutti

João Gilberto Noll (1946-2017) em 2014 no Tapas Bar.
João Gilberto Noll (1946-2017) em 2014 no Tapas Bar.

Mario Benedetti: "Los gobernantes, en general, les tienen miedo a la cultura"

(Entrevista concedida ao Clarín no começo de 2007)

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El calor no cede en estos primeros días de 2007. Ni siquiera a las 10 de la mañana, hora pautada para el encuentro con Mario Benedetti. En la puerta del departamento esperan Ariel, su secretario, y Raúl, su hermano, a quien se lo ve habitualmente, en un acotado circuito céntrico, acompañándolo.

Mario nos espera sentado en su silla, al lado de un gran ventanal con vista a la avenida 18 de julio buscando, quizás, que la “ciudad de todos lo vientos”, le regale al menos una brisa para llevar mejor, en esas primera horas de la mañana, sin el ventilador y sus ruidos, la sofocante temperatura.

“Me das un mate”, le dice a su hermano. Mientras terminamos de acomodarnos, el escritor parece compenetrado en un ritual que, curiosamente, le es completamente nuevo.

—Dicen que empezó a tomar mate hace poco. ¿Es cierto?

—Así es. Nunca había probado, increíblemente. Hasta que hace unos meses Ariel me dijo: “¿querés uno?”. Y no se porqué agarré viaje, y me gustó. Además me viene muy bien porque los médicos me recomendaron tomar mucho líquido.

—Este año que acaba de terminar fue particularmente difícil para usted, ¿verdad?

—Sí, sin duda. Fue un año dramático, lleno de muertes. La de mi mujer Luz, luego de una larga agonía, fue para mí un golpe muy duro. Pero no fue la única. En 2006 también se fueron la esposa de mi hermano, la pianista Lyda Indart (madre de Daniel Viglietti), a quien yo quería mucho, Poema Vilariño (hermana de Idea, la poeta), entre otra gente muy próxima.

—A partir de estas experiencias, ¿cambió en algo su idea con respecto a la muerte?

—No, no. Mi percepción sobre ella no ha cambiado. Sé que es inevitable, que ahí está.

—¿Y a partir de ahora puede que tenga mayor protagonismo en su producción literaria?

—No lo sé. Lo que puedo decirle es que a la muerte yo la he tenido siempre presente, aún cuando joven; y que ha sido un tema recurrente en mis textos. Hasta tengo un libro que la menciona directamente: “La muerte y otros escritos”.

—Después de la partida de Luz, ¿En qué o quién se ha refugiado para intentar mitigar tanto dolor?

—En la escritura. En este tiempo ha sido una especie de guarida para defenderme de todas las desgracias que le mencioné al principio. Inclusive seguí escribiendo, aunque menos, todos los meses que mi esposa estuvo internada en la casa de salud, adónde iba a visitarla diariamente.

—Pero se las arregló para publicar dos nuevos libros de poesía.

—Es verdad. En diciembre presenté “Canciones del que no canta” (editado por Seix Barral) y “Nuevo Rincón de Haikus” (editado por la uruguaya Cal y Canto), que es mi tercer libro basado en ese género japonés.

—¿Qué lo llevo al haiku?

—Hasta entrada la década del 80 yo no tenía idea de su existencia. Cuando Julio Cortázar —que fue muy amigo mío— murió, dejo un libro terminado, en ese momento inédito, que tenía como epígrafe un haiku, con un verso que decía “salvo el crepúsculo”, y que terminó usando como título del libro. En el momento que leí la estrofa me sorprendió por su rigor y empecé a buscar antecedentes. En primer lugar indagué sobre su procedencia y luego comencé a buscar algunos cultores de esa forma poética. En España hallé a tres poetas que habían escrito haikus; mientras que en América Latina, el único que había publicado haikus, con el mayor rigor, había sido Jorge Luis Borges.

—Se sabe que ahora está escribiendo, además de los haikus, muchos sonetos. ¿Qué le brinda la poesía reglada?

—Además de que ambos me atraen, tienen formas muy rigurosas que, hoy para mí, constituyen grandes desafíos.

—Y en cuanto a la temática, ¿Hay en esta producción nueva alguna innovación?

—Ariel, mi secretario, dice que estoy escribiendo una poesía más filosófica. Y puede que tenga razón. Cuando uno está viviendo en las cercanías de la muerte —como yo, que tengo 86 años— , resulta bastante lógico que surja una poesía más seria, más preocupada por ese final que se aproxima. Así y todo, los haikus que estoy escribiendo se prestan más para el humor. En el libro “Nuevo rincón de haikus” hay varios que están escritos en ese tono.

—A cincuenta años de sus célebres “Poemas de la oficina”. ¿Cómo se imagina que escribiría sobre ese mundo pero trasladado al presente?

—No podría hacerlos, ni tampoco me imagino cómo podría ser ese libro, porque no conozco bien la vida de los oficinistas de hoy. Hay que tener en cuenta que hice aquellos poemas en un momento que me desempeñaba como oficinista, por lo que conocía perfectamente ese ámbito.

—Ese trabajador anodino, gris, que si bien podía denotar cierta rebeldía no proponía —como sí en textos suyos posteriores- un cambio real, era un típico exponente de la clase media. ¿Cómo ve en la actualidad a la clase media rioplatense?

—¡Uff! En ambos márgenes del Plata la clase media ha caído mucho. Es muy distinta a la de aquella época. Por razones socioeconómicas, mucha gente perteneciente a familias de aquella clase media, hoy está en niveles más bajos. No estoy diciendo nada nuevo con esto. Esa clase social, con sus avatares, siempre me cautivó. Desde la primera vez que me fui de Uruguay por voluntad propia (a lo veintipocos años) y luego en el exilio, escribí siempre sobre la clase media uruguaya.

—¿Qué está leyendo por estos días?

—Ando con una antología de autores latinoamericanos que han escrito libros con humor. Y días pasados también estuve leyendo. ¿Qué estuve leyendo?, no me acuerdo. (lo de Piazzolla, le apunta su secretario ). ¡Ah, sí! Una biografía sobre Piazzolla que me ha enseñado muchas cosas sobre la evolución del tango, y su propia evolución, como empezó con un tango clásico y de a poco fue cambiando.

—Hablando de cambios, usted es de los que creen que la literatura puede cambiarle la realidad a la gente.

—Lo que puede la literatura es revelarle a las personas cosas en las que no habían pensado. Lo que no puede la literatura es cambiar la actitud de los gobernantes, porque éstos, en general, le tienen miedo a la cultura.

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Dias tristes: fim da Ipanema, da Sala dos Clássicos e morte do Hagemann

Dias tristes: fim da Ipanema, da Sala dos Clássicos e morte do Hagemann
Charge do Latuff descomemorando o fim da Ipanema
Charge do Latuff descomemorando o fim da Ipanema

Não era um grande ouvinte da Ipanema. Ouvia mais quando tinha carro e precisava de barulho para vencer o som da rua. Era o período glorioso de Kátia Suman e Mary Mezzari. Algumas tardes da Kátia eram realmente extraordinárias. Ela conseguia enfileirar uma tal série de músicas, com um tal ritmo e entusiasmo, que parecia que quem estava fazendo música era ela. É preciso talento e conhecimento para obter aquele efeito e ela conseguia quando queria. Era, deve ser ainda, tarada pelo Led Zeppelin. Mas havia também o alemão Victor Hugo, o Mutuca e programas surpreendentes — e ótimos — como o Musica Mundi e o Arrasa Quarteirão. Acabou. E acabou para virar mais do mesmo. A péssima programação da Band AM vai tomar conta da rádio.

E, ontem à tardinha, fui procurar um CD e dei de cara com a Sala dos Clássicos Eruditos fechada. Era ali na Galeria Chaves, no primeiro andar. Em seu lugar estava uma reles agência de viagens. A loja da Margarida e da Mirta era o local que substituía o porão da King`s Discos da Cristina e do Júlio. Era um local de encontros de músicos e melômanos. A gente podia encomendar o que quisesse. Elas davam um jeito. Passei muitas e boas horas lá. Já conhecia até o banheiro, pois às vezes ficava muito tempo batendo papo…. Mas agora acabou.

LAURO-HAGEMANN-Elson-Sempé-PedrosoE, nesta madrugada, aos 84 anos, morreu Lauro Hagemann. Conheci o velho comuna no partidão. Como escreveu Franklin Cunha, Lauro dignificou a profissão de jornalista, hoje tão justamente criticada por algumas posições políticas, institucionais e empresariais. Era uma voz que se fazia muito presente em minha casa, pois meu pai sempre preferia que a locução dos noticiários viesse pelo Hagemann, que era uma pessoa ética. Lauro foi cassado pela ditadura, tendo um comportamento impecável de oposição durante o período.

Não cuidaram do cinema ontem

Não cuidaram do cinema ontem

O dia de ontem, 2 de fevereiro, um domingo, marcou a morte de dois grandes artistas do cinema: o diretor brasileiro Eduardo Coutinho e o ator norte-americano Philip Seymour Hoffman. Coutinho, 81, foi morto a facadas pelo filho Daniel, que sofre de esquizofrenia e que também tentou matar a mãe, que está internada em estado grave, e matar-se. É o cineasta de documentários fundamentais como Cabra marcado para morrer e Edifício Master, além da obra-prima Jogo de Cena, onde utilizou-se de mulheres anônimas e atrizes como Marília Pera e Andréa Beltrão. Chamá-lo o cineasta do humano não é nenhum exagero. Coutinho tinha carinho e compaixão por seus retratados. Foi também um intenso e interessado entrevistador.

ECEnquanto isso, em Nova Iorque, morria Philip Seymour Hoffman, 46. Ruivo, gordinho e imenso ator, ele era o preferido de P.T. Anderson. Realizou trabalhos incríveis em Boogie Nights (1997), Magnólia (1998), O Mestre (2012), sem esquecer de filmes que fez com outros diretores, casos de Dúvida (2008), Capote (2005) e Antes que o Diabo Saiba que Você Está Morto (2007). Segundo o Wall Street Journal, o ator tinha uma agulha de seringa no braço e envelopes com heroína ao seu redor.

PSH

Não cuidaram do cinema ontem.

Claudio Abbado (1933-2014)

Claudio Abbado (1933-2014)

O imenso regente Claudio Abbado morreu esta manhã em Bolonha. Tinha 80 anos. Ao longo da sua carreira, iniciada em 1958 na Filarmônica de Nova Iorque, Abbado, que não gostava que lhe chamassem maestro, foi diretor do Scala de Milão (1960-1986), da Ópera Estatal de Viena (1986-1989) e da Filarmônica de Berlim (1989-2002), tendo ainda regido as sinfônicas de Chicago e Londres e sido o catalisador do festival de Lucerna. Viveu durante vários anos com a violinista russa Viktoria Mullova, existindo um filho dessa ligação. Em 1997 atuou em Lisboa à frente da Filarmônica de Berlim. Em 2004 fundou em Bolonha a Orquestra Mozart, que dirigiu até morrer. A degradação do estado de saúde levou-o a cancelar concertos agendados para as próximas semanas, na Itália e fora do país. No verão do ano passado, a Itália fez dele senador vitalício.

Abbado em 2010
Abbado em 2010

Erland Josephson (1923-2012)

Dias atrás, em 15 de novembro, escrevi que, em minha opinião, Erland Josephson era o maior ator de todos os tempos. Por isso, dois dias de depois de sua morte, aos 88 anos, é natural que escreva algumas linhas sobre aquilo que me deixou triste anteontem.

Josephson — que foi também contista, dramaturgo, cineasta e poeta — foi a cara de Bergman, o alter ego do diretor em muitos filmes, o alter ego de Bergman até em filmes em que o diretor era apenas o roteirista, como Infiel, de Liv Ullmann. Ele protagonizou ou participou de uma impressionante sucessão de clássicos bergmanianos — O Rosto, A Hora do Lobo, A Paixão de Ana, A Hora do Amor, Gritos e Sussurros, Cenas de Um Casamento, A Flauta Mágica, Face a Face, Sonata de Outono, Fanny e Alexander, Na presença de um palhaço, Sarabanda, etc. Também foi dirigido por Andrei Tarkóvski em Nostagia e por Theo Angelopuolos em Um olhar a cada dia. Após a morte de Bergman, em 31 de julho de 2007, Josephson disse: “Eu era muito apegado a ele. Tivemos uma vida divertida, emocionante e interessante. Ele foi decisivo na minha carreira de ator”. Foi mesmo, assim como também o foi Liv Ullmann e como Mastroianni foi para Fellini durante certa época.

A face de Erland Josephson sempre foi, para mim, a cara do cinema. Sua presença em cena sempre me tranquilizou — sempre me transportou automaticamente para aquele clima único que apenas o cinema pode criar — e a impressão que tenho é a de que era um conhecido meu. Erland era um amigo que dava um selo de qualidade a qualquer produção. Esta sempre foi a minha fantasia. E ele, em si, tinha tais qualidades que de sua “circunscrição” estava garantida. Talvez, avançando decididamente o sinal, o considerasse um representante meu em cena. Quando, em Sarabanda, Bergman o colocou mergulhado de cabeça entre duas caixas de som, ouvindo uma sinfonia em volume altíssimo, a idenficação foi enorme. Eu faria aquilo diariamente.

Nos livros de Bergman, fica clara a enorme amizade e respeito que o unia a seu ator predileto. Bergman muitas vezes pediu desculpas a Josephson pelos papéis nem sempre dignos, o que acho no mínimo curioso. Da leitura, surge uma amizade que misturava profundo respeito e admiração com a maior intimidade.

Foi uma grande e prolífica vida a de Erland Josephson.

Grupaço: Ingmar Bergman, Sven Nykvist, Erland Josephson e Liv Ullmann

Hoje, os 70 anos da morte de Virginia Woolf

Meu querido Leonard.

Tenho a certeza de que estou enlouquecendo novamente: sinto que não posso suportar outro desses terríveis períodos. E desta vez não me restabelecerei. Comecei a ouvir vozes e não consigo me concentrar. Por isso vou fazer o que me parece ser o melhor.

Deste-me a maior felicidade possível. Foste em todos os sentidos tudo o que qualquer pessoa podia querer. Não creio que duas pessoas pudessem ter sido mais felizes até surgir esta terrível doença. Não consigo lutar mais contra ela, sei que estou a destruir a tua vida, que sem mim poderias trabalhar. E trabalharás, eu sei. Como vês, nem isto consigo escrever como deve ser.

Não consigo ler.

O que quero dizer é que te devo toda a felicidade da minha vida. Foste inteiramente paciente comigo e incrivelmente bom.

Quero dizer isso — toda a gente sabe. Se alguém pudesse ter-me salvo, esse alguém terias sido tu. Perdi tudo menos a certeza da tua bondade. Não posso continuar a estragar a tua vida. Não creio que duas pessoas pudessem ter sido mais felizes do que nós fomos.

V.

Virginia Woolf em 1902

Moacyr Scliar e eu

Eu pouco li Moacyr Scliar. Não gostei do primeiro romance seu que conheci — não lembro mais qual foi — e depois suas crônicas dominicais acabaram por me afastar totalmente do autor. Lá por 1992, fiquei curioso sobre Sonhos Tropicais, uma espécie de romance biografia (nada de biografia romanceada, é um romance com personagens reais mesmo) sobre Oswaldo Cruz e passei a detestá-lo de vez. A obra ficou completa com seu ingresso na Academia Brasileira de Letras em 2003.

Uma vez, escrevi-lhe um e-mail. Estávamos no início do ano 2000 e Moacyr escrevera uma crônica sobre o filme Jonas, que terá 25 anos no ano 2000, de Alain Tanner. Este filme fizera enorme sucesso ao passar em Porto Alegre lá pelos anos de 1976-77 e muitos cinéfilos pensavam em rever o filme, assim eu fiz com 2001 no ano seguinte e com romance 1984, 16 anos antes. Pois bem, em sua crônica, Scliar errava parcialmente o nome do filme e enganava-se de personagens, assim como de sua procedência. Concluí até que ele talvez estivesse se referindo a outro filme!

Então, preparei um e-mail bem irônico e mandei para o endereço constante no jornal. Achei que ele ia lê-lo, mas que nunca iria respondê-lo. Depois de algumas horas, pam, cai a resposta de Scliar em minha Caixa de Entrada. Com imensa autoironia, ele fazia uma admissão de seus equívocos, acusava a si mesmo e ainda confessava outros erros cometidos em semanas anteriores. Dizia estar feliz por estar em contato com alguém atento, porque ninguém — entre revisores e leitores — tinha coragem de apontar suas muitas mancadas.

Fiquei meio pasmo com aquela falta de vaidade inteiramente estranha aos autores nacionais, sempre tão peremptórios e ágeis para  se defenderem do mais débil ataque. Voltei a escrever-lhe citando sua civilidade e pedindo desculpas por minhas ironias. E Scliar voltou a afirmar que era um idiota em não consultar, fontes, etc.

E aqui termina minha história com ele. Devia ser um sujeito legal e fico autenticamente triste com sua morte ontem.

httpv://www.youtube.com/watch?v=N8fhqHyRj6M&feature=player_embedded

httpv://www.youtube.com/watch?v=n5Vw7OvcOFI&NR=1

Maria Schneider (1952-2011)

Uma pena morrer tão cedo. Maria Schneider, que morreu hoje aos 58 anos, estava há muito tempo doente. Suas fotos demonstravam. Era muito boa atriz, não obstante ter ficado famosa apenas pelo que representava como sex symbol dos anos 70. Seus trabalhos em duas obras-primas — O Último Tango em Paris, de Bernardo Bertolucci, e O Passageiro, Profissão: Repórter, de Michelangelo Antonioni — , não são nada esquecíveis. Fico autenticamente triste.

R.I.P., Maria.

Abaixo, a extraordinária e misteriosa cena final do filme de Antonioni.

httpv://www.youtube.com/watch?v=pvbqy8FZq8Y&feature=related

Saramago e o ranço

Em nosso país e em Portugal parece ser pecado grave destacar-se. Bom mesmo é a vida de gado. Não pensem que sou um admirador das grandes estrelas, apenas acredito que algumas delas aparecem naturalmente, por seus méritos. Saramago foi um escritor que começou a produzir mais intensivamente em idade madura e por obra do desemprego. Nada em sua postura trai um desejo de ficar famoso, todas as suas opiniões e dureza demonstravam vontade de ser lido, ouvido e de influenciar. Não é um pecado um autor desejar ser lido. E ele era instigante, sem conceder.

Certa vez, creio que em 1989, José Saramago deu uma palestra ao lado de Arnaldo Jabor. Não sei de quem foi a ideia de juntar uma dupla tão pouco miscível. Era um ciclo de palestras sobre o “Fim da História” e Saramago veio ao debate com sua inteligência e lógica afiadíssimas. Ele ironizou amplamente toda a noção de que a história tinha acabado, a ponto de dizer que duvidara, pela manhã, se valia a pena fazer a barba. Depois, refez todas as suas ações do dia, a leitura dos jornais, o almoço, o trabalho e a vinda para a palestra de táxi e sua relação com a história. Foi uma explanação muito engraçada, clara e irrefutável — talvez enlouquecida pelo tema — , mas tornou-se muito séria quando o assunto derivou para a Guerra dos Bálcãs. O “Fim da História” simplesmente não cabia na realidade da Jugoslávia (em portugal é assim: Jugoslávia). Lembro que ele fez várias perguntas retóricas a nós, público, comprovando a tolice daquela teoria. Então Jabor entrou com sua pobreza de ideias oficialistas — pois concordava minuciosa e, perdoem-me, tolamente, com o mote do ciclo — e houve um debate.

Poucas vezes eu tive oportunidade de ver outro massacre semelhante àquele. Em vez de adotar uma estratégia conciliatória, Jabor atacou os posicionamentos esquerdistas de Saramago. O contra-ataque do português — cujas convicções foram pensadas e repensadas durante toda uma vida por um cérebro evidentemente privilegiado, superior mesmo — foi tão arrasador que Jabor foi vaiado ao voltar a falar. E não esqueçam que a plateia era formada por pessoas de posições neoliberais, em evento patrocinado pela RBS.

Saramago, afora sua grande literatura, era um polemista de primeira linha. Provocava com vara curta à direita e à esquerda — não esqueçam seu importante artigo anti-Fidel Castro “Até aqui cheguei” — e tornou-se popular pela qualidade de suas obras e pela notável coerência de ideias. Não houve nada de oportunista na vida e na atuação de Saramago. Porém uma série de intelectuais brasileiros criticavam sua onipresença e má literatura. Ora, todos são livres para gostar ou não de Saramago, eu mesmo me irritei profundamente com a ruindade de Todos os Nomes, em minha opinião uma fracassada imitação de Kafka, mas o que alguns diziam a seu respeito era apenas ranço e má vontade. Li que havia um esgotamento das ideias em seus livros (sem dizer quais, mas parecendo ser essas coisas de esquerdismos e solidariedade), li que por trás de seu barroquismo (*) — acusação que poderia prosperar por ser verdadeira — não haveria mais nada, e li gente muito boa simplesmente e por vício perguntando “Who`s next?”.

Lembro que a revista Veja, que já foi uma publicação respeitável, ter dado páginas e páginas a Tom Jobim, no início dos 80. O motivo, confessado pelo editor da época, era que o ranço de alguns estava tornando Tom um compositor de inspiração americana: “Águas de Março” era um plágio, tudo o que ele fazia era jazz menor (!), etc. Havia tanto ressentimento ao sucesso de Tom que a revista publicou a reportagem de capa “O Tom do Brasil” como uma espécie de desagravo a quem fez mais pelo Brasil do que todos os seus críticos juntos.

Creio que o mesmo estivesse ocorrendo com Saramago. Sua morte, ocorrida na última sexta-feira o torna novamente fabuloso. Uma pena que seja assim.

(*) Sabiam que “Barroco” significa “Pérola imperfeita”?

José Mindlin para as novas gerações iletradas

Por Fernando Monteiro – Enviado a mim pelo autor através de e-mail
Publicado no hoje no Substantivo Plural

No momento em que tantos estão a escrever (?) tantas “generalidades” sobre o realmente admirável José Mindlin, eu gostaria de relatar uma historinha (real) a respeito de um livro.

Um dos mais raros livros que já passaram pela mesa do meu amigo Stefan Geyerhahn, sebista que… Não, esse nome precisa, antes de mais nada, ser trocado pelo de “antiquário de livros”, que melhor se adapta ao perfil de grande livreiro especialista em obras raras e antigas (título dignamente conquistado por Geyerhahn, um dos donos da Livraria Kosmos — “sebo” que ajudou a civilizar o Brasil).

Muito bem. Vamos à historinha: estava eu, numa tarde paulista, em conversa com o Stefan na sua sala da Avenida São Luís, quando lhe anunciam que um estrangeiro, um europeu, de posse de uma obra que parece realmente rara (na avaliação inicial que era feita lá no salão da livraria, antes de alguma oferta vir para o exame especializado de Geyerhahn), tinha vindo oferecer uma obra que parecia “interessante”…

Diante do caso, eu me propus a sair, porém Stefan pediu que eu ficasse, com a generosa alegação de que, quem sabe, pudesse eu ajudá-lo a analisar a obra (pobre de mim!, um simples colecionador de pequenas raridades)…

O homem entra. É taciturno e de poucas palavras — num inglês precário. Stefan domina várias línguas, e logo estão se entendendo no francês que, um dia, já foi a língua culta do mundo.

A certa altura, o meu amigo sócio da Kosmos pede permissão ao estranho, e me passa o livro — um pequeno opúsculo do século XVII — que eu pego com infinitos cuidados, apesar de estar razoavelmente bem conservado. Sinceramente, não me lembro mais do título rebuscado (à maneira seiscentista) da raridade bibliográfica, mas conservo a lembrança da explicação do livreiro, que me esclareceu:

— “É a obra de um viajante no Brasil de meados dos 1600. Uma edição sueca, da qual eu só tinha visto, até agora, o exemplar que se encontra na Biblioteca Nacional de Estocolmo. É rara, raríssima, e esse senhor está pedindo um preço até bem razoável ( apesar de, para mim, ser um valor estratosférico, pelo que eu havia entendido da conversa deles em francês). Bem, é um livro que tem exatamente o perfil dos que interessam ao José Mindlin. Vou telefonar para ele.”

Stefan vai, e liga para o bibliófilo. É imediatamente atendido. E explica do que se trata.

Ouvindo o telefonema, percebo que Mindlin se surpreendeu, do outro lado do fio, com a aparição de tal obra em oferta no mercado, e, mais ainda, com o preço que (segundo, mais tarde, me explicou o Stefan), ele, Mindlin, considerou “muito barato”…

E aí? Você pára a leitura deste “post”, neste momento, e aposta: o que aconteceu? O livro era da área de absoluto interesse do velho Mindlin. Dizia respeito ao Brasil dos 1600, estava bem conservado e era “raro, raríssimo” – além de “muito barato”.

Ou, conforme Stefan Geyerhahn colocou, ao telefone com Mindlin:

“Dr. Mindlin, o senhor está sendo a primeira pessoa para a qual estou ligando, porque acho dificílimo que apareça outro exemplar desta obra sueca…”

Bem, o bibliófilo José Mindlin NÃO adquiriu o livro.

Não porque o livro não o interessasse, pelo contrário.

Nem porque não tivesse o dinheiro (piada!). Ou porque o livro estivesse em péssimas condições, etc. (porque Mindlin mandaria restaurá-lo de imediato, sem medir despesas) etc.

???

Resposta do enigma:

José Mindlin não comprou a raríssima obra — segundo explicou a um surpreso Stefan Geyerhahn — porque ele “jamais adquiria um livro que não pudesse ler”… E ele “não lia em sueco — infelizmente”. De onde se conclui que todos, literalmente TODOS os livros da vastíssima biblioteca do bibliófilo — por ele doada à USP — haviam sido LIDOS por Mindlin, um a um, nas muitas línguas que ele conhecia. E o sueco não estava entre elas (“infelizmente” etc etc)!

Esse foi José Mindlin — ó geração de iletrados que estão por aí. Fica o exemplo para “vosmecês”, big brothers do Oiapoque ao Chuí…

Brilho Eterno de um Corpo Sem Lembranças, de Vladimir Nabokov

Se em Brilho Eterno de uma Mente Sem Lembranças (Eternal Sunshine of the Spotless Mind), 2004, Jim Carrey interpreta um marido desesperado pelo fato de sua ex-esposa (Kate Winslet) tê-lo deletado da memória através de um programa maluco, em O Original de Laura Philip consegue que seu cérebro apague partes do próprio corpo enquanto vê sua Flora traí-lo sistematicamente.

Se de um lado temos o roteirista americano Charlie Kaufman e o diretor francês Michel Gondry — pessoas que talvez ainda estejam longe de uma imortalidade –, de outro há o célebre escritor russo Vladimir Nabokov, autor de obras-primas como Lolita, Fogo Pálido e, principalmente, A Verdadeira Vida de Sebastian Knight. Se o filme Brilho Eterno é maravilhoso, O Original de Laura não vale a pena. Não, não farei uma resenha do livro de Nabokov. Eu adoro Nabokov e ele não merece que eu, uma obscura pessoa de um obscuro blog, o desmereça. Nabokov mandou que, em caso de morte, O Original de Laura fosse para o fogo, pálido ou não, mas a esposa Vera não teve coragem de fazer a fogueira e o filho Dmitri igualmente o manteve até que, em 2008, 31 anos após a morte do pai, ressuscitou a ideia de publicação.

Como sói acontecer, são os vivos que julgam os mortos, já que estes têm manifestações mais discretas. Então, dou razão a Max Brod quando ele salva da destruição, para toda a humanidade, obras como O Processo e O Castelo, de seu melhor amigo Franz Kafka. Brod era um bom leitor e logo viu o que tinha nas mãos. Fez bem. Obrigado, Brod. 2666, de Roberto Bolaño, foi publicado num formato diferente e o tempo provou o acerto dos herdeiros e do editor Herralde. Solo de Clarineta, de Erico Verissimo, estava em grande parte pronto. Vale a leitura. A 10ª Sinfonia de Mahler possuía apenas o Adagio inicial, mas que adágio!!! Bach morreu durante a composição da Arte da Fuga, mas o que deixou pronto é embasbacante. Enquanto isso, O Original de Laura é um livro que apenas permite vislumbrar como Nabokov criava seus romances.

O que me deixa contrariado é o fato de que livros grandiosos de Nabokov não receberam tamanho espalhafato e luxo. Trata-se apenas de um mau presente. Nunca vi um Sebastian Knight ser lançado no Brasil em capa dura, papel de alta qualidade, fac-símiles originais com a caligrafia de Nabokov, etc. Tudo por um livro de terceira categoria — pois o que foi publicado é o conjunto das 138 fichas onde o autor escrevera quatro capítulos e anotara ideias e trechos. Seu processo de criação fazia com que escrevesse o romance em fichas separadas, o que permitia a troca de lugar entre os capítulos sem precisar redigitar tudo novamente. O que fazia era uma espécie de Crtl-X / Ctrl-V com as tais fichas, apenas reorganizando-as.

Mas então Vera morreu e Dmitri, com a saúde debilitada aos 75 anos e falto de dinheiros, resolveu publicar a coisa. A crítica está massacrando o livro. Vê nele os sinais de declínio que os últimos romances de Nabokov já demonstravam. Sim, os vivos julgam e resolvem as coisas pelos mortos, mas é bom ter um pouco de bom senso.

Para completar a desgraça, Dmitri quer publicar as fichas em série, num periódico literário, como se fosse uma novela da Globo. A respeitada revista “New Yorker” recusou-se a montar a minissérie. Depois de várias tentativas, Dmitri ofereceu-as à “Playboy” americana — que os publicará a partir de dezembro. O destino de O Original de Laura deveria ter sido o fogo mas, pasmem, será a Playboy. O público americano já viu melhores Lauras, certamente.

Laura: sacanagem post mortem com Nabô.

Ultimo adiós a Mario Benedetti

Una caravana recorrió la ciudad para despedir el poeta esta mañana; sus restos serán inhumados en el Panteón Nacional del cementerio central de Montevideo con un homenaje a cargo del escritor Daniel Viglietti

Una multitud acompaño los restos de Mario Benedetti por las calles de Montevideo Foto: AFP

MONTEVIDEO.- Miles de personas marcharon esta mañana por Montevideo, escoltando al féretro del escritor Mario Benedetti. Los aplausos y la lluvia de flores no cedieron durante todo el recorrido hacia el Panteón Nacional del cementerio central, donde reposarán los restos del poeta fallecido el domingo a los 88 años.

El homenaje al autor de “La Tregua” en la necrópolis tendrá como únicos oradores a la ministra de Cultura, María Simón, el director nacional de Cultura, Hugo Achúgar, y el cantautor y amigo personal del escritor Daniel Viglietti.

La caravana circuló a paso de hombre por la ciudad acompañada por sindicalistas de la principal central obrera del país, la PIT-CNT, y estudiantes de la Federación de Estudiantes Universitarios de Uruguay.

Ayer los uruguayos desfilaron durante toda la jornada ante el féretro de Benedetti velado en el Palacio Legislativo, sede del Congreso, donde se congregaron autoridades del gobierno encabezadas por el presidente Tabaré Vázquez, referentes de la política y cultura y ciudadanos comunes -adultos, jóvenes, familias- que quisieron tributar su adiós al poeta.

“Hombres como Mario nunca mueren, se siembran”, dijo brevemente Vázquez al evocar la figura del escritor, de claro compromiso en la izquierda y que participó activamente en la fundación del Frente Amplio, la alianza actualmente en el poder.

Mario fue “un hombre con una pluma, un alma y un corazón” y “nos desafía a seguir su ejemplo. Hoy estamos rodeando su recuerdo con mucha noción de futuro”, evocó Viglietti, quien permaneció toda la jornada de ayer al lado de su amigo fallecido con quien compartió también actividades artísticas como el espectáculo “A dos voces”.

De salud frágil el último año y medio en el que fue hospitalizado cuatro veces, la última aparición pública de Benedetti fue en diciembre de 2007 cuando fue distinguido por el presidente venezolano, Hugo Chávez, con la Orden Francisco de Miranda en un acto en Montevideo.

Nacido el 14 de septiembre de 1920 en Tacuarembó el uruguayo combinó toda su vida el amor por las letras con un compromiso humano, social y político que nunca abandonó y que le significó años de exilio durante la dictadura militar (1973-85).

Exponente de la denominada “Generación del 45” con Juan Carlos Onetti (1909-1994), entre las obras destacadas del uruguayo figuran “Gracias por el fuego” (1965), “Los cuentos de Con y sin nostalgia” (1977), “Los poemas de Viento en el exilio” (1981) y obras teatrales como “Pedro y el capitán” (1979).

Benedetti retrató en muchas de sus obras la tristeza del burócrata y la melancolía de Montevideo, su ciudad de adopción, y en sus letras se reconocieron muchos de los que ayer se acercaron a tributar un emotivo y silencioso homenaje al autor que a su valía intelectual añadió una calidad humana que fue su marca registrada.

Autor de una vasta obra con más de 80 títulos entre poesía, cuentos, novelas y ensayos, Benedetti fue distinguido a lo largo de su trayectoria con varios premios como el Reina Sofía, el Iberoamericano José Marti y el Menéndez Pelayo.

Su último libro “Testigo de uno mismo” se lanzó en agosto pasado con el poeta ya ausente por su vulnerable estado y estaba trabajando en un nuevo poemario con el título provisorio de “Biografía para encontrarme”.

Mutua admiración con Nicanor Parra. El poeta chileno Nicanor Parra dedicó un “artefacto” para rendir homenaje al fallecido escritor uruguayo Mario Benedetti de quien dijo haber sido un “amigote”.

El “artefacto” tiene como título “En la hora de su muerte” y fue publicado hoy por el diario La Tercera. “A lo más que se puede aspirar/ Es a dejar dos o tres frases en órbita/ Que yo sepa don Mario dejo al menos una:/ La muerte y otras sorpresas// ¡Señor mío, la frasecita!”, escribió Parra en referencia a uno de los títulos del escritor uruguayo.

El diario La Tercera indicó que el autor de La tregua “era un admirador de la obra del chileno y en 1969 le realizó una extensa entrevista que fue publicada en la revista Marcha.

Benedetti básico

Tanto en sus novelas, como por ejemplo “La tregua” (1960), como en sus cuentos “Montevideanos” (1959), o en sus poesías de “Poemas de oficina” (1956) e “Inventario” (1963), Mario Benedetti ha trabajado una cuerda que se detiene en el hombre medio y sus peripecias. Es un defensor de la comunicación plena del lenguaje literario, postura que le ha ganado millares de lectores en el mundo de habla hispana. Su tarea crítica fue reunida en diversos textos, como “Letras del continente mestizo” (1967), “Crítica cómplice” (1971), “El desexilio y otras conjeturas”(1984) y “Perplejidades de fin de siglo” (1989). Es también conocida su adhesión a Cuba y a las causas de izquierda, lo que lo obligó a exiliarse durante la dictadura uruguaya de los años 70 e inicios de los 80. Mantiene una intensa relación con la Argentina: entre 1938 y 1941 residió continuamente en Buenos Aires. Y dijo en 1984: “Volver a la Argentina, después de ocho años, ha sido muy estimulante. Al segundo día fui, como cumpliendo un rito, a la Plaza San Martín, adonde iba en mi adolescencia a leer. Allí decidí ser escritor, y empecé a escribir mi primer libro de poemas”.

FONTE: Página 12

José Saramago: "Un amigo, un hermano"

En una columna en el diario El País de Madrid, el escritor portugués se refiere a Benedetti como “Un amigo, un hermano”.

“La obra de Mario Benedetti, amigo, hermano, es sorprendente en todos los aspectos, ya sea por la extensión en la variedad de géneros que toca, ya sea por la densidad de su expresión poética como por la extrema libertad conceptual que usa. El léxico de Benedetti ha ignorado deliberadamente la supuesta existencia de palabras “poéticas” y de otras que no lo son. Para Benedetti, la lengua, toda ella, es poética. Leída desde esta perspectiva, la obra del gran poeta uruguayo se nos presenta, no sólo como suma de una experiencia vital, sino, sobre todo, como la búsqueda persistente y lograda de un sentido, el del ser humano en el planeta, en el país, en la ciudad o en la aldea, en su casa simplemente o en la acción colectiva. Son muchas las razones que nos llevan a la lectura de Benedetti. Tal vez la principal sea ésa, precisamente: que el poeta se ha convertido en voz de su propio pueblo. O sea, en poeta universal”, escribió Saramago.

FONTE: El Pais de Montevidéo

Mario Benedetti (1920-2009)

A Meg me avisa que um dos escritores que mais amo morreu ontem em Montevidéo aos 88 anos. Claro que foi uma vida longa, prolífica e deveríamos ficar felizes com uma existência assim, só que Mario Benedetti, mesmo em seus livros mais políticos, tinha uma voz tão próxima do leitor, tornava-se tão íntimo de nós, que é impossível não se sentir triste por ele, pela literatura, pelo Uruguai e por nós, que vamos ficar privados de sua companhia. Gosto muitíssimo dele e agora improvisarei qualquer coisa em sua memória.

Rodolfo Nin Novoa, presidente em exercício do Uruguai, María Simon, ministra da Cultura, e Ricardo Ehrlich, prefeito de Montevidéu estão preparando seu velório no Palácio Legislativo e seu sepultamento no Panteão Nacional.

A Agência EFE publicou a seguinte nota, de Juan Antonio Sanz:

Montevidéu, 17 mai (EFE).- O escritor uruguaio Mario Benedetti deixa atrás de si uma rica obra, na qual os mais de 80 romances, ensaios, contos e poemas escritos mostram o compromisso social e a coerência de alguém que acreditou “na vida e no amor, na ética e em todas essas coisas tão fora de moda”.

“Ele sempre disse que se sentia mais poeta que outra coisa”, afirmou a biógrafa do escritor, Hortensia Campanella, quando apresentou, há alguns meses, o livro “Mario Benedetti. Un mito discretísimo”.

Na obra, ela traça a trajetória de um dos mitos da literatura hispano-americana do século XX e talvez a consciência poética de todo um continente.

Essa poesia se transformou no único pilar para enfrentar seus últimos anos, após a morte da esposa, Luz López, em 2006, sua companheira há mais de seis décadas e a melhor crítica do poeta.

Benedetti teve “uma vida que foi perseguindo a utopia e que, por isso mesmo, encontrou na poesia sua melhor expressão, ou pelo menos, a mais querida, a mais autêntica”, explicou Campanella.

Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego ou Nacha Guevara são só alguns dos cantores que deram voz aos versos de Benedetti.

A poesia, dizia Benedetti, é “um sótão de almas”, uma “claraboia para a utopia” e “uma drenagem da vida/ que ensina a não temer a morte”.

Foi também o martelo que lhe permitiu forjar uma carreira literária ligada às profissões mais diversas: empregado de uma oficina, taquígrafo, caixa, vendedor, contador, funcionário público, tradutor e jornalista, antes de se dedicar ao que mais gostava.

“Quando tenho uma preocupação, uma dor ou um amor, tenho a sorte de poder transformar em poesia”, afirmava.

Títulos como a primeira obra do autor, “La víspera indeleble”, os “Poemas de la oficina”, “Rincón de Haikus”, os grandiosos três “Inventarios” ou as “Canciones del que no canta” foram coroados no ano passado com seu último poemário, “Testigo de uno mismo”.

Este livro era “um pouco o resumo de uma carreira poética extraordinária”, com todos os grandes temas da poesia universal transbordando pelas páginas, como disse a romancista Sylvia Lago.

Além disso, nesta obra já se pressentia o final dos dias do escritor, pois ele dizia claramente que se sentia só sem sua amada Luz e com um mundo reduzido: “Chega a noite e estou só/ me aturo a duras penas/ o bom amor a morte o levou/ e não sei para quem seguir vivendo”.

A poesia também deixou muito espaço para a prosa na obra de Benedetti e, assim, seu principal romance, “La tregua”, é uma das luzes da literatura do continente, com mais de 140 edições em 20 idiomas desde que foi publicado, em 1960.

O poeta também dedicou tempo aos contos, nos quais “cada palavra tem valor por si só” e, sobretudo, “têm a ver com os sentimentos”, como explicou em 1998.

O conto “é o gênero mais gratificante, tanto para o autor quanto para o leitor”, pois, “desde tempo imemorável, as pessoas gostam de que lhes contem coisas, e alguns gostam de contá-las”, dizia o autor de “Geografía”, “La vecina orilla” e “Montevideanos”.

Tanto a prosa como a poesia de Benedetti foram reconhecidas amplamente, e isso é atestado por prêmios Ibero-americano José Martí (2001) e Internacional Menéndez Pelayo (2005).

Em sua última aparição pública, em dezembro de 2007, Benedetti recebeu a Ordem Francisco Miranda, dada pelo presidente venezuelano, Hugo Chávez, na Universidade da República do Uruguai, aclamado pelas centenas de estudantes que reconheciam no poeta um ícone nacional.

Chávez reconheceu o autor de “Gracias por el fuego” como um ícone da esquerda latino-americana, pelo compromisso social que refletiu em sua vida, com o exílio durante a ditadura uruguaia na Argentina, em Cuba e na Espanha, e, sobretudo, em sua obra.

“A consciência é a única religião”, chegou a dizer este crítico da “grande hipocrisia que rege toda a vida política” e da globalização, à qual chamou de “ditadura indiscriminada, que cada vez conduz mais ao suicídio da humanidade”.

Em declarações à Agência Efe em junho de 2002, Benedetti explicava que, apesar de “os poetas não terem capacidade de influir nos Governos”, “atingem o cidadão comum, e, às vezes, servem para esclarecer uma dúvida, para dar uma tímida resposta a uma pergunta de alguém”.

Há alguns meses escrevi uma resenha a respeito de seu grande ensaio sobre a mediocridade, o romance A Trégua.

E, em meu blog anterior, publiquei duas resenhas curtas:

Eu já deveria ter lido Gracias por el fuego há muitos anos. Afinal, tudo o que do uruguaio Mario Benedetti me caiu nas mãos foi apreciadíssimo. Durante a Feira do Livro de Porto Alegre, descobri que havia uma edição em pocket da L&PM e finalmente o adquiri. É um livro político que trata do tema da frustração e do conformismo ou impotência frente à realidade, mas também é um romance psicológico que trata da baixa auto-estima. A obra foi censurada durante as ditaduras no Uruguai, na Argentina e na Espanha e diria que nunca estes governos foram tão exatos ao identificar algo que os explicasse e ameaçasse. A relação de Ramón Budiño com seu pai é a analogia perfeita dos métodos utilizados pelos regimes ditatoriais e uma aula sobre corrupção. Nada mais atual. Sem palavras de ordem, sem discursos datados e fora de hora, o livro tem boa trama e convence por seus personagens bem construídos e por sua humanidade. E traz, como sobremesa, uma figura de mulher absolutamente irresistível: Dolly, ou Dolores, para os íntimos. É uma pena que não tenhamos no Brasil uma obra sobre os tais “anos de chumbo” que chegue aos pés de Gracias por el fuego.

A Borra do Café, do uruguaio Mario Benedetti (Record) é um livro fácil de ler, daqueles de levar na mão de um lugar a outro. A princípio, parece ser um livro de crônicas, mas estas começam a completar-se e a ter continuidade formando um curioso romance feito de mosaicos. É notavelmente bem escrito e — por que não? — montado. Destaque para as descrições das primeiras experiências sexuais do personagem principal e para o ambiente da Montevidéo dos anos 30 e 40.

Termino este obituário com outro, escrito por Benedetti. O refinado escritor era capaz de momentos de ódio, como quando festejou a morte de Ronald Reagan. Leiam:

A Ronald Reagan, a la muerte de un canalla

OBITUARIO CON HURRAS, de Mario Benedetti

Vamos a festejarlo
vengan todos
los inocentes
los damnificadoslos que gritan de noche
los que sueñan de dia
los que sufren el cuerpo
los que alojan fantasmas
los que pisan descalzos
los que blasfeman y arden
los pobres congelados
los que quieren a alguien
los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ládron
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponermos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festerjarlo
a no volvermos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda

Em português:

OBITUÁRIO COM HURRAS, de Mario Benedetti

Vamos lá, vamos festejá-lo
estão todos convidados
os inocentes
as vítimas lesadas
os que gritam de noite
os que sonham de dia
os que sofrem no corpo
os que alojam fantasmas
os que pisam descalços
os que blasfemam e ardem
os pobres congelados
os que amam alguém
os que nunca se esquecem
vamos festejá-lo
estão todos convidados
o crápula morreu
acabou-se a alma negra
o ladrão
o porco
acabou-se para sempre
viva
estão todos convidados
vamos festejá-lo
para não dizer
que a morte
apaga sempre tudo
tudo purifica
num dia qualquer
a morte
não apaga nada
ficam
sempre as cicatrizes
viva
morreu o cretino
vamos festejá-lo
e não chorar como de hábito
que chorem os que são como ele
e que engulam suas lágrimas
foi-se embora o monstro magnata
acabou-se para sempre
vamos festejá-lo
sem ficar mornos
sem acreditar que este
é um morto qualquer
vamos festejá-lo
sem ficar frouxos
sem esquecer que este
é um morto de merda

Um morto de merda é tudo o que Mario Benedetti não é. Em 2006, Benedetti perdeu sua esposa, que se chamava Luz e com a qual era casado desde 1946. Nunca se recuperou. Luz o acompanhou no longo exílio pela Argentina, Peru, Cuba e Espanha. Benedetti afirmava que a literatura era “um sótão de almas”, uma “clarabóia para a utopia” e “uma drenagem da vida que ensina a não temer a morte”.

Atualização das 7h20: aqui, um excelente texto sobre Benedetti. E aqui, imagens — quase todas recentes — do velhinho.