El archivo de Roberto Bolaño contiene dos novelas inéditas

Además contiene un puzle de narraciones, diarios y poemas / Cinco años después de la muerte de Bolaño, comienza el inventario de su legado / “Estoy seguro de que moriré inédito”, anotó en su diario a los 44 años, desesperanzado.

Por Josep Massot, de Barcelona. Retirado daqui.

La primera vez que Roberto Bolaño escribió el nombre de Benno von Archimboldi fue en 1988, en Blanes, donde vivía como escritor inédito, a la edad de 35 años. Es el inicio de la trama de la novela 2666, publicada tras su muerte, pero el escritor chileno tenía en la cabeza un universo narrativo en el que más que de títulos individuales puede hablarse de una obra total. Una obra que ahora se recibe con entusiasmo febril en EE. UU., Gran Bretaña, Francia, Alemania o Italia, y que le ha convertido en nueva referencia internacional de las letras hispanas.

Bolaño falleció el 14 de julio del 2003. Cinco años después, el enorme puzle que constituye su archivo empieza a revelar sus tesoros. Su legado es el espejo de quien siempre escribía varias historias a la vez y desplegaba y replegaba sus relatos como cajas chinas, estructuras en vórtice, relatos yuxtapuestos. Hay notas manuscritas con los personajes que quince años más tarde emergerían en 2666.Y poemas que coinciden con sus narraciones, como El Gusano de Llamadas telefónicas. También hay diarios – de México, de Barcelona-,en cuyas hojas casi siempre aparecen operaciones aritméticas, quizás su contabilidad del número de líneas escritas o por escribir, y junto a anotaciones y reflexiones, la anotación de su menú del día.

Además de El Tercer Reich,la novela inédita anunciada por el agente Andrew Wylie, hay otras dos novelas, Diorama y Los sinsabores del verdadero policía o Asesinos de Sonora. El estudio del archivo Bolaño se realiza a efecto de catalogación e inventario y el único texto sobre el que existe por ahora la decisión de publicación es El Tercer Reich,inspirado en uno de esos wargames por los que Bolaño tenía – según confesión propia-una inexplicada debilidad. El escritor solía escribir primero a mano y después pasaba el texto a máquina. En 1995 se compró su primer ordenador y antes de morir llegó a tiempo de transcribir en formato digital unas 60 páginas de las 350 mecanoscritas, lo que indica su voluntad de dar por concluida la novela.

Sucede en la Costa Brava, donde Udo Berger, campeón de juegos de rol alemán, tras cruzarse con personajes siniestros, libra una partida a muerte con el enigmático y desfigurado Quemado.

El futuro del archivo, un mar de libretas y cuadernos de todos los tamaños, una vez inventariado, será seguramente una universidad. Adentrarse en sus páginas requiere la paciencia del paleólogo o del domador de pulgas. El estudioso recogerá algunas perlas. Por ejemplo, Bolaño fue vigilante del camping Estrella de Mar y soñaba (Diorama)la historia del vigilante nocturno de una sala de cine frecuentada por un público de tercera edad y cuyo propietario sentía el aliento de la mafia tras de él. El autor, que no empezó a publicar hasta los 44 años, escribía, desesperanzado: “Estoy seguro de que moriré inédito”.

Borges decía que el escritor que no publica está condenado a reescribir siempre el mismo libro y Bolaño acumulaba material narrativo, con tramas que se van metamorfoseando continuamente. De uno de los legajos con una ingente cantidad de folios (Los sinsabores…)salieron ni más ni menos que Estrella distante,Los detectives salvajes y las cinco novelas de 2666. Entre el laberinto de borradores, hay una versión más reducida de Los detectives salvajes y un bloque homogéneo, que podría considerarse la sexta novela de 2666.El escritor dejó en una nebulosa por qué Amalfitano, el especialista en la obra de Benno von Archimboldi, abandonó Barcelona para ir a dar clases al fin del mundo, a Santa Teresa (trasunto de Ciudad Juárez), “un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”. En el mecanoscrito hallado ahora se desvela el misterio de su fuga, un motivo sorprendente que explica muchos cabos sueltos del personaje, y que adquiere, así, a la luz de este texto, nueva dimensión.

Entre los papeles, destacan por su abundancia los poemas inéditos dejados por el escritor. Bolaño fundó en México, entre 1975 y 1976, antes de trasladarse a Barcelona, el movimiento infrarrealista. El texto de presentación del grupo, Déjenlo todo, nuevamente. Primer Manifiesto del Movimiento Infrarrealista,fue obra del escritor chileno, con tono de posvanguardia y anunciando ya su realismo visceral: “Cortinas de agua, cemento o lata, separan una maquinaria cultural, a la que lo mismo da servir de conciencia o culo de la clase dominante”, y donde el poeta es “héroe develador de héroes, como el árbol rojo caído que anuncia el principio del bosque”, pues “soñamos con utopía y nos despertamos gritando”.

Otra parte del archivo la forman los diarios. Los más importantes son los que abarcan hasta 1980, momento en que Bolaño se traslada de Barcelona a Girona y después a Blanes.

La caja que contenía los manuscritos antiguos quedó olvidada y sólo ha sido abierta ahora para el inventario. Muestran que la capacidad creativa de Bolaño era pasmosa: escribió desde textos sobre una virgen ninfómana de Barcelona hasta una sátira desternillante con el torero Fran Rivera como personaje.

El escritor tenía un inmenso orgullo literario – no confundir con vanidad-,una férrea confianza en sí mismo, asombrosamente llevada al límite en condiciones adversas. Fue un chileno de pelo greñoso que vendía bisutería para turistas en Blanes y que, aún sin obra publicada, tenía la osadía de despreciar no sólo a los literatos establecidos en su oficio como en una carrera burocrática o como competidores para encaramarse a las listas de más vendidos, sino que marcaba distancias con los grandes de la generación anterior. Siempre respetó a Cortázar, Borges y Bioy, y aun reconociendo, como lector, la grandeza del García Márquez de El coronel no tiene quien le escribaode la catedral literaria de Vargas Llosa, su necesidad de encontrar la audacia y la inventiva para distanciarse de los escritores del boom le hacía decir, como boutade,frases de este tenor: “García Márquez a mí cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones”.

En busca de su madre fue Bolaño a Barcelona en 1977, después de descartar Suecia. Quería salir de México para huir de un mal de amores – una de sus constantes-y despedirse del continente. Había nacido en Santiago de Chile en 1953 y su familia le llevó en 1968 a México. Cuando triunfó la revolución de Allende recorrió América, por tierra, desde México a Santiago, para llegar en la víspera del golpe de Estado de Pinochet. Le detuvieron al distinguir la policía su cartuchera, pero se salvó gracias a que en comisaría se encontró a dos condiscípulos de Cauquenes. Regresó a México, donde fundó el grupo infrarrealista. Y sufrió el desengaño amoroso que le llevó a España.

En Barcelona vivió un tiempo en la entonces llamada avenida José Antonio, antes de mudarse a un cuchitril sin ducha cerca de la calle Tallers y del bar Céntrico, donde colaboraba con Antoni G. Porta en La Cloaca.En 1981 conoció en Girona a la que sería su mujer, Carolina. Sin más referencias uno del otro que comentarios de amigos comunes, la paró en la calle y, sin más, la invitó a cenar aquella misma noche, sirviéndose de esa seducción de romanticismo apasionado mezclado con un humor disparatado que caracterizaba a Bolaño. Al cabo de unos meses, ya salían juntos. En 1983, la madre de Bolaño, Victoria Ávalos,montó en Blanes una tienda de bisutería para turistas y Carolina obtuvo un puesto en los servicios sociales del Ayuntamiento. El escritor pudo dejar sus múltiples empleos para escribir. Lo hacía a diario con suma dificultad, de noche, durmiendo de día. Dejaba, ya al alba, una nota con alguna frase y su cosecha nocturna, unas desalentadoras escasas líneas. Todo cambió cuando envió el manuscrito La literatura nazi en América a varias editoriales de Barcelona. Ya la había aceptado Seix-Barral, cuando llegó una nota de Jorge Herralde interesándose por publicar la novela en Anagrama. Bolaño se sacó de la manga otro texto, escrito en tres semanas, extraído del último capítulo de La literatura nazi…,que tituló Estrella distante. A partir de entonces, las notas que Bolaño iba dejando cuando se retiraba a dormir fueron creciendo: en lugar de unas pocas líneas, varias páginas, 6, 9, 13, por noche.

Así fue como Bolaño fue forjando su literatura, una forma de narrar en la que se funden alta y baja cultura, la ficción con la realidad, y el amor, el humor, la muerte, la esperanza, el absurdo, la lucha humana por vivir, el compromiso o la pervivencia de un secreto. Todo eso se entremezcla con estructuras narrativas y puntos de vista yuxtapuestos, en los que, si hay una intransigencia, es con quienes traicionan la literatura, artistas mediocres que se venden al peor diablo sin luchar por la validez de un acto creativo.

Dia Internacional da Mulher

Para Susana Castro, que a conhece,
e Roberto Markarian,
que a desconhecia.

Neste Dia Internacional da Mulher, homenageio Clara Schumann (1819-1896), née Wieck, pianista e compositora alemã do período romântico.

Seu pai, Friedrich Wieck, era professor de piano e foi com ele que a Clara começou seu aprendizado do instrumento. Era uma família de pianistas: a mãe, Marianne, era famosa concertista. Quando Clara tinha 4 anos, seus pais se divorciaram. Friedrich recebeu a custódia da filha e, um ano depois, começou a ensinar-lhe o instrumento. A partir dos 13 anos, ela já apresentava-se em concertos por toda a Europa. Destacava-se por suas interpretações de outros românticos da época, como Chopin e Weber. Ainda adolescente, compôs o Concerto para piano em lá menor, estreado por ela sob a regência de Felix Mendelssohn. Um merecido sucesso.

Foi neste período que conheceu Robert Schumann, nove anos mais velho, na época aluno de seu pai. Apaixonou-se por ele. Ao tomar conhecimento da ligação da filha com Robert, o velho Wieck ficou furioso, pois Schumann tinha problemas com bebida, fumo e era suscetível a crises depressivas. Assim sendo, foi contra o pai que Clara travou sua primeira batalha. Por fim, obteve autorização judicial para casar-se com quem quisesse, mas só após completar 21 anos.

Depois do casamento, Clara e Robert iniciaram longa colaboração, ele compondo e ela interpretando e divulgando a obra do marido. Clara seguia compondo, mas a vida em comum tornava pouco a pouco inviável tal atividade, pois, apesar de Schumann aparentemente encorajar sua criação musical, cada vez mais insistia para que ela interpretasse suas obras, o que a obrigava a deixar de lado sua carreira de compositora. Ademais, houve oito gestações com pequenos intervalos. A situação era agravada por outras diferenças: Clara adorava turnês, Robert as odiava; mais: ele precisava de silêncio e tranqüilidade para trabalhar em sua obra “maior e mais importante”, o que levava Clara novamente a um segundo plano, pois somente após as horas e horas de estudos do marido ela poderia ter as suas.

Outro problema eram as constantes crises nervosas do marido, que lentamemte fizeram Clara assumir o sustento familiar. Quando Schumann entrou em crise depressiva crônica, a família viu-se obrigada a interná-lo num manicômio, onde ficou até a morte, dois anos depois. Após 14 anos de casamento, Clara ficou sozinha com os filhos, tendo que dar aulas e apresentações para garantir o necessário à família.

Compreensivelmente, a partir daí, Clara ficou livre para compor, dar concertos e sua carreira reacendeu-se. A amizade com Johannes Brahms – quatorze anos mais moço – foi o principal sustentáculo nesse período, o que deu margem a suposições de que os dois teriam um romance. Para aumentar os boatos, Brahms dizia ser celibatário, mas a visitava muito. Ela revisava as obras dele e dava-lhe sugestões. Ele fazia o mesmo com as obras de Clara. Foram anos de colaboração mútua, ainda mais que os dois artistas eram defensores de uma estética romântica ligada a padrões mais formais, em oposição a Wagner, Bruckner e Liszt, românticos mais escabelados. (À exceção do careca Bruckner, é claro.)

Era uma mulher considerada muito bonita por seus contemporâneos. Não se sabe de nenhum outro caso amoroso posterior ao casamento com Schumann, além do suposto com Brahms. A amizade entre eles durou até o final da vida de Clara. Seus anos de maturidade foram marcados por uma brilhante carreira como professora e pelo reconhecimento como concertista.

É esta mulher extremamente digna, talentosa e de bela carreira num campo à sua época inteiramente masculino, que lembro neste dia. A citação de Fábio Danesi Rossi está ali por ser muito engraçada e não deve ser vista como algo de outro sentido que não seja o de fazer rir.

Principais Obras:

Para piano:
Quatro polonesas, Op. 1 (1828-30)
Etudes (década de 1830)
Valses romantiques, Op. 4 (1833-35)
Quatro peças características, Op. 5 (1835-6)
Soirées musicales, Op. 6 (1835-6)
Scherzo em Dó menor, Op. 14 (1845)
Quatre pièces fugitives, Op. 15 (1845)

Para orquestra:
Concerto para piano em lá menor, Op. 7 (1835-6)
Scherzo para orquestra (1830-31,perdido)

Obras de câmara:
Piano Trio em Sol menor, Op. 17 (1846)

Lieder:
Volkslied (1840)
Die gute Nacht, die ich dir sage(1841)
Gedichte aus Rückert’s Liebesfrühling Op. 12 (1841)
Lorelei -poema musicado de Heine-(1843)
Oh weh des Scheidens, das er tat(1843)
Mein Stern (1846)
Das Veilchen –sobre poema de Goethe-(1853)

Fontes: Nem vou detalhar, pois se trata de uma série de textos decididamente ruins que encontrei na rede e que me obrigaram a reformas radicais e a todo cruzamento de informações. Era tanta coisa errada que nem pude dar a muita atenção ao que estava escrevendo. Meus amados livros de música? Esqueça, estão empacotados para a mudança!

Dia Internacional da Mulher

Eu também quero ser excomungada pelo arcebispo dom José Cardoso Sobrinho.

Assim começa o post da Flávia. E segue:

Médicos, mãe e envolvid@s no aborto legal de menina de 9 (NOVE) anos vítima de violência sexual por parte de padrasto são excomungad@s por arcebispo. Por isso, o Instituto de Estudos de Gênero criou a comunidade no orkut Eu quero ser excomungado já!

Direitos Sexuais e Direitos Reprodutivos são direitos humanos.

Saiba mais sobre o caso aqui. E aqui, assine manifesto.

Ajude a divulgar.

Tô nessa. Também QUERO ser excomungado. Aliás, faço questão.

J. S. Bach – Ária da Cantata BWV 30, com Magdalena Kožená

A história contada pelo belo vídeo abaixo talvez não seja inteiramente compreendida por todos. Na época de Bach, era vetado às mulheres cantarem nas igrejas e, por isso, as vozes de contralto e soprano eram cantadas por meninos. Porém, como Bach estava em permanente atrito com seus empregadores, não seria de todo estranho se ele permitisse a uma mulher participar de um ensaio, mormente se esta fosse a divina tcheca Magdalena Kožená.

Se a imagem não aparecer, clique aqui.

A "ditabranda" da Folha de São Paulo

Talvez por falta de assunto ou precisando de uma polêmica, o jornal Folha de São Paulo resolveu qualificar, em editorial, a ditadura brasileira de uma “ditabranda”, neologismo que seria de uso comum para qualificá-la. Eu vivo no Rio Grande do Sul, ouço notícias, converso com pessoas informadas e via de regra mais qualificadas do que eu, leio também alguns poucos jornais (são tão ruins), leio livros, blogs e confesso que o termo — além de mentiroso — me era desconhecido. Mas a Folha resolveu ampliar o erro ao colocar uma cereja consideravelmente podre sobre seu editorial. Ao ser veemente e educadamente questionada pelos professores Fabio Konder Comparato e Maria Victoria Benevides sobre a utilização do termo “ditabranda”, de uso tão corriqueiro entre nós, o jornal saiu distribuindo saraivadas a esmo, atribuindo simpatias aqui e ali e chamando os professores de cínicos e mentirosos. Um ataque e uma injustiça intoleráveis vindas de um jornal com milhares de assinantes e que, diga-se de passagem, de um jornal que saiu-se muito bem durante a “ditadura militar”, termo mais conhecido por mim.

Acho que a ditadura brasileira nunca antes havia sido qualificada como ditabranda, mas eu já vira a sigla da Folha, FSP, ser citada como Façamos Serra Presidente. Acho que nem o candidato concordaria com os ataques realizados por seu Comitê Eleitoral.

Por tudo isso, foi marcado para o dia 07/03, às 10h, um ato público bem na frente do Comitê Eleitoral de José Serra, na Alameda Barão de Limeira, 425, em São Paulo. É necessário? Sim, é; pois não podemos reduzir o incidente a um ataque à honra e à titulação de dois importantes professores, verdadeiros falos acadêmicos extra large. O que a Folha fez foi um ataque à memória do país e daqueles que sofreram nas mãos e sob a tortura e chumbo militares. Isso sem falar na censura, que parece não ter incomodado a indomável Folha de São Paulo. Então, quem estiver em São Paulo, procure agendar-se para o dia 7. O que a Folha fez foi transformar isto aqui…

… nisto aqui:

Obs.: Agradecimentos ao Latuff, ao Idelber Avelar que escreveu dois posts sobre o assunto (1 e 2) e aos numerosos blogs e fontes citadas por ele.

Atualização das 17h05: De forma mais ampla, Rachel Nunes também escreve hoje sobre o mesmo assunto. Neste post.

Atualização dos 15 minutos do dia 05/03: O Hipopótamo Zeno, o homem que jamais estará em posição digna de suborno…, fala com proximidade, inteligência, carinho e ironia a um importante jornalista que escreve para a Folha de São Paulo e que produziu uma monumental série de livros chamados A Ditadura Envergonhada, A Ditadura Escancarada, A Ditadura Derrotada e A Ditadura Encurralada. Nada de Ditabranda, ao menos nos títulos. Ler aqui.

Alkohol (Sljivovica & Champagne), de Goran Bregović

Minha mãe divorciou-se de meu pai porque, como muitos oficiais, ele bebia exageradamente a Sljivovica (*). Depois que ela o deixou, ele começou um tratamento a fim de livrar-se da bebida. Pelos 15 anos seguintes ele não bebeu. Minha mãe morreu de leucemia.

A segunda mulher de meu pai contou-me que ela algumas vezes o seguia secretamente pelas ruas. Noite após noite, meu pai podia ser visto sentado, fumando até o nascer do sol debaixo da janela do hospital onde minha mãe agonizara no terceiro andar. Era um hospital militar localizado em Split.

Depois, ele retornou a sua vila na fronteira com a Hungria e plantou vinhedos com os quais produzia 1000 litros por ano. Ele sobreviveu 20 anos a minha mãe e bebia seus 1000 litros mais ou menos sozinho.

Eu dedico ALKOHOL a meus pais.

Texto introdutório do último CD de Goran Bregović, traduzido meio de qualquer jeito por mim.

Eu gosto muito de Goran Bregović. Como todo mundo, conheci-o como autor das trilhas sonoras de alguns dos principais filmes de Emir Kusturica. São trilhas alucinadas, de uma criatividade absolutamente estupefaciente — se há alguma dúvida, ouça a de Underground e a de Black Cat, White Cat –, sempre levadas por ritmos ciganos cujas melodias são ou conduzidas ou ornamentadas por um naipe de metais de contínuo e desencontrado vibrato. Um espanto. Depois de baixar uns dez de seus CDs na rede e de comprar outros seis, descobri que Bregović é menos prolífico como compositor do que eu imaginava e que a área onde é imbatível é a dos arranjos. Por exemplo, neste Alkohol há treze faixas, das quais 4 já estiveram em CDs anteriores e outras duas são de temas tradicionais sérvios. Só que as canções repetidas – e cada canção do CD – recebem uma roupagem tão diferente, original e individual que é impossível não admirar a arte de Bregović. O homem faz três ou quatro arranjos para cada uma e a gente gosta de todos.

Para seus padrões habituais, é um disco de camarístico: esta versão da Wedding and Funeral Band conta com apenas 5 metais (dois trompetes, sax, trompa e tuba), duas cantoras, um percussionista, um baixo e a guitarra e a voz de Bregović. Os destaques ficam para Yeremia, Truckers` song, On the back-seat of my car, Streets are drunk e Gas gas gas. Num disco chamado Alkohol, só há lugar para uma balada: For Esma. O resto é uma paulada atrás da outra.

Filho de um pai croata e uma mãe sérvia, Goran Bregovic nasceu em Sarajevo, é casado com uma bósnia mulçumana. Ou seja, a Guerra dos Balcãs poderia ter ocorrido dentro de casa… Sua música tem enorme influência cigana: “uma música moderna que reúne fusões diversas e que espelha o ecletismo natural da sua cultura” – mas ele também fez parte de um grupo de rock na ex-Iugoslávia… Na verdade, Bregovic alterna loucura cigana com momentos quase eruditos e umas pitadas de rock. É popularíssimo em toda a Europa. Os ingressos para seus concertos são disputados.

Para quem desconhece Bregovic, coloco abaixo a versão original do clássico Kalashnikov (sim, uma “homenagem” à arma favorita de nove entre dez guerrilheiros, criada por Mikhail Timofeevich Kalashnikov). A canção foi utilizada por Kusturica em Underground e esta interpretação é a mais indicada para quem não a conhece:

A versão do Wedding atual, ao vivo.

E uma inacreditável versão sinfônica deste hino da Sérvia.

Para baixar a bola, Cesária Évora cantando Ausência em seu português de Cabo Verde:

E finalizando, uma explicação sobre a Sljivovica:

(*)
Autumn has arrived, along with the need for comfort, delicious rich foods and of course hot plum brandy “sljivovica”. Before 5PM it is medicine, after 5PM it’s alcohol.

Como preparar:

Things you’ll need:

* 2 cups of plum brandy (Serbian or Croatian)
* 2 tbs. of sugar
* 1 tbs of water

Step1: Place sugar and water in a small-medium size pot. Cook it on medium temperature until golden brown. Stay next to the pot, since it may burn quickly.

Step2: Pour 2 cups of plum brandy over caramelized sugar. Turn the heat down a little.

Step3: Begin swirling the pot to slowly melt the sugar. This may take couple of minutes.

Step4: When sugar melts, pour into small glasses.

Step5: Serve with a smile.

EXCLUSIVO: PSOL revela a carta-testamento de Marcelo Cavalcante

Revelamos a carta ipsis litteris, logo após recebê-la das mãos de Luciana Genro.

Querida Magda.

Ela era apenas uma mera duma Yeda Rorato quando conheceu a barbicha de Carlos Augusto Crusius. Tu sabes, desde jovenzinha ela não devia ser flor que se cheirasse, mas a coisa só piorou, pois às vezes é atrás do Crusius que o diabo se esconde. O casal ficou junto por 38 anos. Tiveram dois filhos, César e Tarsila, que geraram mais quatro netos. Porém, na parte final de seu casamento, nossa desgovernadora passou a me assediar, digo, a me perseguir sexualmente. Como homem, fiquei entre a Crusius e a espada, digo, entre a Crusius e o barbicha ou entre a Crusius e o Crusius, não sei. Bem que me disseste, Magda: “Cada um carrega sua Crusius, Marcelo; e a tua sou eu”; mas o que fazer contra alguém tão alta, inteligente e bonita quanto a desgovernadora?

Tentei te obedecer e passei a fugir dela. “Foge o diabo da Crusius e o morcego da luz”, mas ela ia à Brasilia atrás de mim. Passou a me chamar de seu embaixador na capital federal. Não gosto dessas coisas, Magda. E ela vinha com decotes profundos e pelancudos, sempre com aquele colar de onde pendia uma cruz. La Crusius en los pechos y el diablo en los hechos. A Crusius nos peitos e o diabo nos feitos. Então, ela me falava sobre o dia em que o Ministério Público me chamaria para depor. Tentava me acalmar, me tranquilizar. Era a Crusius sobre o peito e o diabo no coração. Ela dizia que não ia acontecer nada comigo, mas sei que a credulidade dos tolos é o patrimônio dos velhacos. A Polícia Federal e o MP deviam saber de tudo e para que o mal triunfasse, bastaria que os homens bons crusiusassem os braços… Em outras palavras, eu seria o boi de piranha.

Magda, antes de tomar esta decisão tinha medo. Não me acusarão, insultarão; não me combaterão, caluniarão! E não me darão o direito de defesa. Eu disse a ela:

— Cada um com sua Crusius, desgovernadora. Já carrego a minha e não desejo carregar a dos outros.

— A tua Crusius, benzinho, sou eu.

— A minha Crusius é Magda.

— Podes carregar duas ou mais. E minha Crusius não é pesada, o barbicha não sabia, mas posso ser leve como uma pantalha.

(Intermezzo)


Opa, cadê a pantalha que estava aqui?

(Fim do intermezzo)

— Prefiro fabricar minha Crusius com dois palitos do que com colunas do Piratini.

— Ai, não. Palitos são tão fininhos.

— Desgovernadora!

— Sabes qual é a diferença entre um japonês e cem mil reais, Marcelinho?

— Não, desgovernadora…

— É que os dois são quase 100 pau… E por cem mil eu nem levanto meu traseiro. Nem para ti…

— Des…

— Hahahaha, adoro piada de japonês!

— Sabemos disso, desgovernadora.

— Seja meu companheiro fiel e exemplar, Marcelo. Esqueçamos o barbicha dos churrascos dominicais.

Magda, sabes como é essa gente. Entre a honra e o dinheiro, o segundo é primeiro. Ela não queria que soubessem de nossas tramóias em hipótese alguma e estava disposta a trocar seu corpo pela manutenção de sua casa e vantagens. Ela passou a me perseguir, passou a me oferecer cargos e mais cargos. E sexo. Me queria junto dela. Um dia, anunciou que largara o barbicha DE VERDADE. Anunciaria para a RBS. A pressão aumentou. Era tudo tão difícil, Magda, que passei a refletir sobre as águas revoltas da paranóia, digo, do Paranoiá, putz, digo, do Paranoá.

Contei a ela de minhas intenções aquáticas, revelei a ela a possibilidade de eu sair da vida para entrar na História, e ela me respondeu que nunca deixaria que algas entrassem em meu pulmão. Confesso que não entendi.

Magda, eu tenho suportando tudo em silêncio, tudo esquecendo, renunciando a mim mesmo e à minhas convicções… Agora chegou a hora de decidir. Falei com os caras do dinheiro, disse a eles que pediria exoneração de meu cargo de chefe da representação do governo gaúcho em Brasília. Seria menos uma Crusius para mim. Quando falei com aquele cara do PP que já andou na Procergs, no Banrisul e agora esconde-se no subúrbio, ele respondeu que pensaria. Por fim, recebi um torpedo:

— De cada dez políticos que conhecemos, cinco é a metade.

Confesso que novamente não entendi. Yeda, PP, PMDB e PSDB me fazem propostas. Porém, eu sei. Na verdade, queriam que eu — um homem acuado, incapaz de mentir — sumisse. Eu dei a eles a minha vida. Agora lhes ofereço a minha morte. Nada receio. Serenamente dou o primeiro passo no caminho da eternidade e saio da vida para entrar na História.

P.S.- Magda, meu amor, penso que deliro. É muita pressão. São necessários nervos de aço para suportar. Sim, deliro. Imagine que entrei há pouco na internet e a Nova Corja me pareceu de esquerda. Eu só sei é que quando vejo a desgovernadora me dá um desejo de morte ou de dor. A Yeda tem muito poder. Demais para mim. Ué, tem gente na porta a esta hora tardia?

Despretensiosamente, sobre All Things Must Pass

Há algumas décadas ouço pouco a chamada música popular. Meu filho Bernardo é quem acaba forçando meu retorno àquele tempo. Costumeiramente, ele explora meus antigos vinis e faz com que eu relembre os discos – são LPs mesmo e não CDs – que ouvia durante minha adolescência. Domingo passado, ele olhou bem sério para mim e disse: “Pai, quando tu morreres, quero o teu Quadrophenia em vinil”. Não me preocupei muito com este desejo post-mortem e, para ele não ficar interessado em antecipar nada, até poderia dar-lhe o álbum-duplo de presente. Let`s nor rush it, Dado.

Mas este não é meu assunto. Quase todos os CDs de música popular têm duas os três boas canções e o resto a gente apenas suporta. Por exemplo, com os Stones é assim; eles têm uns 4 discos em que conseguem superar esta média (Let it Bleed, Exile on Main Street, Sticky Fingers e Tatoo You?). Poucos artistas enfileiraram discos excepcionais: lembro dos Beatles, de Chico Buarque, do Led Zeppelin, The Who… Outros, produzem eventualmente tais raridades. Se forçasse, lembraria mais, certamente.

Todos aqueles que conhecem os discos dos Beatles sabem de sua estrutura. Em média, tínhamos cinco canções de Paul McCartney, cinco de John Lennon e duas de George Harrison. (Sim, as canções eram assinadas por Lennon e McCartney, mas todos sabem que raramente algum deles cantava uma música que não fosse de sua autoria. Assim, sabemos sempre quem foi o compositor.) Com tantos bons compositores em um mesmo grupo e com cada um deles gravando apenas o melhor de si, era difícil não criar uma obra-prima por ano. Porém, após a dissolução do grupo, as pessoas torceram o nariz para quase todos trabalhos individuais lançados por Paul, John e George. É óbvio: passando a divulgar dez ou doze canções por ano, da quais a metade nunca figuraria em discos dos Beatles, houve uma diluição.

Paul sempre foi combatido. Suas seqüências de canções açucaradas tornaram-se difíceis de engolir sem o contraponto salgado de John Lennon. Logo após a dissolução do grupo, McCartney apareceu com o duvidoso McCartney, onde havia… cinco canções muito boas. Lennon fez o maravilhoso (e curto) John Lennon and The Plastic Ono Band, que – apesar de ter sido recebido discretamente pelo público – fez algum sucesso de crítica com suas… cinco canções de primeira linha. Certa vez, Rafael Galvão fez um interessante levantamento sobre como seriam bons os próximos discos do grupo de Liverpool. Pegou, ano a ano após a separação, cinco boas músicas de Paul, cinco de Lennon e duas de George. O resultado foi espetacular. Isto é, através de um artifício inteligente, o Rafael fez os Beatles renascerem. Eles reviveram com grandes discos anuais e, se o Rafa tivesse algum tino comercial, venderia os trabalhos inéditos dos Beatles pós-separação… Mas houve a exceção: All Things Must Pass, o primeiro álbum-solo de George Harrison. Creio que é o único trabalho indiscutível, aquele que podemos chamar tranqüilamente de “um grande trabalho”, aquele que possui um volume inacreditável e coerente de boas canções.

Mas por que logo o terceiro beatle acabou por produzir o melhor disco individual? Ora, simples; o motivo é que a cota de Harrison estava mal calculada – ele crescera muito como compositor no período final dos Beatles – e o homem ficara com excelente material em suas gavetas. O álbum-duplo começa com duas músicas incompreensivelmente fracas, chatas até: I’d Have You Anytime e My Sweet Lord. A seguir, Harrison dá um verdadeiro show de competência com as extraordinárias Wah-Wah , a bela e triste Isn’t It A Pity (constrangedoramente semelhante a algumas composições do Oasis), a impossível de ouvir apenas uma vez What Is Life, If Not For You (de Bob Dylan), a raivosa Let It Down, a lenta Beware of Darkness, a inesperada The Ballad Of Sir Frankie Crisp (Let It Roll), a bobinha Apple Scruffs, a “realista” All Things Must Pass, a estranhamente feliz The Art Of Dying e a melodia inteligente (muito inteligente) de I Dig Love. Há outras mais fracas, mas que não chegam a prejudicar o efeito do conjunto.

Paro para consultar a internet. Alguns exagerados dizem que este seria o maior álbum de rock de todos os tempos. Não é. Porém, domingo à tarde, com os headphones a todo o volume, recordando o ano de 1971, quando tinha quatorze anos e ouvi All Things Must Pass pela primeira vez, foi.

As Confissões de Lúcio, de Fernando Monteiro

Minha amizade com Fernando Monteiro começou quando citei, há três anos e aqui neste blog, seu livro Aspades, ETs, etc. como uma obra-prima ignorada pelo grande público. Ele me escreveu uma mensagem de agradecimento e, desde então, começamos farta troca de e-mails, CDs, livros, jornais, revistas, recortes e sei lá mais o quê, comprovando mais uma vez a capacidade da rede em criar e manter grandes amizades de eleição. Paralelamente aos intensivos e cada vez mais bem humorados contatos por e-mail, eu acompanhava seu trabalho na Rascunho – onde ele atualmente publica um romance em capítulos -, na Bravo e na pernambucana Continente.

Anos depois, Fernando Monteiro convidou-me para escrever a “orelha” de seu último livro. Foi uma surpresa e uma honra para mim. Em vez de convidar um figurão como das outras vezes, Fernando apareceria em versão despojada e me daria, em sua 15ª obra, a oportunidade de colocar algumas palavras em seu livro. Ele supôs que eu fosse um leitor capaz de apreender o que há de sério, de mordaz e de cômico em As Confissões de Lúcio. Após a leitura, eu apenas podia garantir que era o melhor de seus livros, um notável romance, como já o foram O Grau Graumann e o Aspades. É uma coisa que me persegue – as pessoas sempre acham que sou um leitor atento e sagaz, enquanto eu respondo “pff”, pois só eu sei o quanto divago.

Os romances de Fernando são desafiadores, sutis e surpreendentes, são biscoitos finos a serem saboreados em nossa rota de fuga do óbvio e do fácil. Mas não vejo melhor forma de apresentar As Confissões de Lúcio a meus 7 leitores do que transcrevendo a versão original da “orelha” enviada à editora. Digo “versão original” porque o primeiro parágrafo sofreu alguns cortes por razões de espaço. Alguns cortes? Não, muitos cortes! Não sei porque não me pediram para reduzir um pouco o texto.

São esperadas duas coisas de quem é convidado a escrever a orelha de um livro: um agradecimento pessoal ao autor pela honra concedida e a imediata produção de um cerrado discurso laudatório. Não creio que vá decepcioná-lo, caro leitor, que tem As Confissões de Lúcio em suas mãos, mas permita-me antes dar-lhe uma noção da obra. O livro tem início com uma notícia que certamente o deixará orgulhoso e um tanto escandalizado por seu desconhecimento sobre um fato fundamental para a cultura nacional: em 2001, o obscuro e difícil escritor gaúcho Lúcio Graumann recebeu o Prêmio Nobel de Literatura – o primeiro Nobel brasileiro! -, porém, tal qual aquele presidente, não pôde tomar posse da cobiçada láurea, tendo falecido onze dias antes da cerimônia. Narrado principalmente pelo jornalista e escritor Mauro Portela, grande amigo de Graumann, o livro poderia tornar-se uma comédia simplória sobre um país culpado e ignorante, sem conhecer ou saber o que fazer com seu recém-ilustre morto; contudo, As Confissões de Lúcio está longe, bem longe disso. Fernando Monteiro, valendo-se de um delicioso e ousado humor mozartiano que perpassa toda a obra, transita sua narrativa pelas risíveis reações oficiais da Academia Brasileira de Letras ao novo e autêntico imortal (ainda que morto), pelo trabalho de Mauro Portela como revisor do espólio literário de Graumann e pela vida pessoal e intelectual de ambos. Apesar de todos os segmentos que compõem o romance fotografarem microscopicamente cada detalhe, a vida cultural brasileira não é posta à margem e podemos ver Graumann – este escritor para escritores – e sua obra interagindo com personagens reais de nossa literatura, os quais são citados, sem maiores pudores, por seus nomes. A incompreensão e o desconcerto da intelectualidade brasileira poderiam ser resumidos por esta observação retirada quase ipsis litteris do romance: “Nossa cultura no vácuo compreende a outra, mas não se compreende. E Lúcio é o emblema de um pequeno mistério reluzente como um espelho em que qualquer um pode enxergar o que quer na superfície polida”.

Mauro começa a cuidar da memória de seu amigo fazendo publicar, na Folha de São Paulo, uma entrevista apócrifa… Depois, a namorada de Lúcio – pessoa desinteressada em assuntos tais como literatura e arte – envia-lhe uma caixa de papelão com anotações e fragmentos da produção graumanniana a fim de serem analisados. O espólio do escritor é estudado por um alguém deprimido e ressentido, pois Mauro, além de protagonizar complicada vida pessoal, julga-se plagiado em uma das principais obras do grande escritor… “Uma história é de quem melhor a conta?”.

Tais argumentos servem de arcabouço para As Confissões de Lúcio – a semelhança do título para com o do pequeno livro de Sá-Carneiro não é casual -, um fascinante mosaico que satisfaz plenamente as condições dos teoremas propostos nas obras de Graumann e que acrescenta a elas sinceridade e exposição raramente encontráveis.

Duas Vezes Junho, de Martín Kohan

Como primeira observação, declaro o mais fundamental, ou seja, minha impressão ao fechar o livro: é excelente e muito bem traduzido – aleluia! – por Marcelo Barbão. (Eu ia comprar o livro em espanhol, mas recuei após saber do preço. Não me arrependi de ler a versão em português, da Amauta Editorial, com a bela e estimulante capa acima.)

Gostaria de delimitar algumas coisas relativas ao livro. Seu título refere-se a dois junhos de Copa do Mundo, o de 1978 (dias 10, 11 e 12 de junho) e o de 1982 (dia 29 de junho, penso eu). São dias – e isto não é casual – de derrotas do futebol argentino, porém, isto apenas serve para reforçar uma metáfora, pois Duas Vezes Junho fala é da Grande Derrota Moral da Argentina daquele período. E não, não é um livro apenas para futebolistas, é um livro que usa o futebol na sua mais gloriosa função periférica, a de servir como representação de nossas vidas. O futebol fica sempre no fundo do cenário, como a lembrar que, ali ou na vida, as coisas podem não sair confome o previsto.

Martín Kohan começa o livro com uma curiosa indagação presente numa espécie de diário de bordo de uma das prisões argentinas: A partir de que idade se pode começar a torturar uma criança? Esta pergunta, de um absurdo quase cômico para quem está fora do contexto, vai tomando proporções e significados diferentes à medida em que o relato avança. E o relato avança em dezenas de pequenos capítulos contrapontísticos, onde várias vozes vão contando e completando seus temas para estabelecer o todo. Raramente uma destas vozes exalta-se ou é confrontada; cada uma delas tem sua lógica, sua razão e a função de formar o mosaico de Kohan. O resultado deste mosaico é estarrecedor e a inconclusão do momento dramático mais importante do livro – a cena entre o soldado e a mulher torturada na prisão, ocorrida no mesmo momento em que os “médicos” discordam e que é o único capítulo em que o contraditório comparece plenamente – nos dá a medida de uma história que repetiu-se tantas vezes a ponto de tornar-se pedra de um outro mosaico ainda maior, o da verdadeira tragédia que representaram os governos militares daquele país.

Ao ler o som dessas vozes, algumas contando fatos que ficam inacabados, ao ler a forma como Kohan finaliza as duas seções de sua novela, ao perceber que não há excessos em Duas Vezes Junho não consigo deixar de pensar no Tchekhov dramaturgo. Isto é um dos maiores elogios que este modesto escriba pode fazer a alguém.

Todos nós sabemos que a posição do Brasil em relação à literatura argentina é o inverso de sua posição futebolística… Acho lamentável que o Brasil, que também sofreu uma ditadura duríssima – casualmente com um de seus piores períodos ocorrendo durante a Copa de 70 -, tenha tão poucos romances dedicados ao assunto. Os que li são da época dos “Romances de Resistência dos Anos 70”. Há bons romances – Quarup, Incidente em Antares, Bar Don Juan, a obra-prima esquecida Quatro-Olhos, de Renato Pompeu, e outros -, mas os poucos que atualmente dedicam-se àquele periodo preferem utilizar um tom emocionado muito próximo da indignação e do discurso político. A opção de Kohan por uma narrativa fria, distanciada e paradoxalmente nostálgica, causa um impacto muito maior. Vejam bem, escrevi distanciada, não escrevi cínica. Não se precisa descrever as entranhas e cada atitude de um monstro para sentir-se quão terrível ele é. Se espreitarmos algumas atitudes dele, nossa imaginação faz o resto de modo muito mais eficaz.

Final futebolístico: o que não assustava muito era aquela seleção argentina de 78, cujos zagueiros centrais eram dois pigmeus – Galván e Passarella – e cujo inexistente ponta-esquerda – Ortiz – fora dispensado do Grêmio por deficiência técnica. Lembro de Grenais em que Ortiz era vaiado pelos próprios torcedores bananas. Como os argentinos venceram aquela Copa? Ah, não sei; havia o Peru, havia Videla, havia a hinchada argentina e havia Claudio Coutinho preferindo Chicão a Falcão. É melhor nem pensar a respeito.

Uma semana, um texto: A publicidade venceu, por Luiz Carlos Oliveira Jr.

O melhor texto que li esta semana foi, DISPARADO, uma indicação do escritor Fernando Monteiro, que me mandou o seguinte e-mail:

Milton:

Gostaria de chamar sua atenção para este texto que eu considero o MELHOR QUE EU LI, SOBRE CINEMA, NOS ÚLTIMOS DEZ ANOS (PELO MENOS).

Em tempo: “nunca antes” eu ouvira falar de Luiz Carlos Oliveira Jr. — o seu autor. Confesso esta ignorância imperdoável — porque quem pensa (e escreve) assim, deveria ser conhecido dentro e fora “deste país” etc. É um texto da revista Contracampo.

Abraço,

Fernando

Não precisaria escrever mais nada, mas vou meter minha colher para dizer que considero o cinema o gênero cultural mais passível de tornar-se assunto de conversa: a cultura comum, aquela que com maior frequência vários numa roda de amigos tiveram contato, é o cinema – e olhe lá –, não a literatura ou outra arte. Talvez por esta razão eu considere a crítica cinematográfica tão importante. Talvez por isso não aceite a montanha de blogs escrevendo tolices a respeito. Há blogs escritos por pessoas que conhecem pouco sobre as possibilidades daquilo que analisam e que se denunciam ao colocar coisas como O Senhor dos Anéis entre os “melhores de todos os tempos”… Tais blogs consideram que a qualidade de seus sites é diretamente proporcional à quantidade de novidades “analisadas” e adoram emitir julgamentos curtos e afirmativos sobre as obras… Por pura impossibilidade de explicar seus gostei / não gostei, é claro. Se isso vale para o deletério Chico Fireman e seus congêneres, não vale absolutamente para a Revista de Cinema Contracampo.

O artigo que Fernando Monteiro destaca não é otimista nem elogioso; o que ele faz é uma belíssima, frutífera (depende de quem ler) e esclarecedora reflexão sobre os dois filmes mais discutidos no país no ano de 2008: Ensaio sobre a cegueira e Linha de Passe. Ele está originalmente aqui e o copiei a seguir para meus sete leitores.

No louvável espaço criado pelo blog Dicionários de Cinema, pode-se ler o clássico texto “O cinema e a memória da água”, escrito há vinte anos por Serge Daney, e agora traduzido para o português. Selecionei um trecho desse artigo, que continua sendo um dos melhores já escritos sobre a relação entre cinema e publicidade, como ponto de partida para a pergunta que lanço em seguida: “O interesse de Imensidão Azul é, pelo contrário, fazer-nos admitir que a vizinhança, durante muito tempo estimulante ainda que turva, entre ‘cinema’ e ‘publicidade’ não tem já talvez razão de ser. Porque o cinema é demasiado fraco e a publicidade demasiado forte. O início dos anos oitenta terá visto a legitimação cultural e depois estética da publicidade”.

E os anos 2000? Terão visto o quê?

Terão visto a crítica, que tinha por missão guardar a fronteira, marcar as diferenças (atitude traduzida em textos como esse do Daney), sucumbir à publicidade. Primeiro porque nunca soube definir o que era a tal “estética publicitária”, criando um rótulo impreciso, nuns casos, equívoco, em outros, e ineficaz, na maior parte das vezes. Um rótulo, mas nunca um conceito. A crítica errou, em primeiro lugar, por essa imprecisão. Em segundo, porque aceitou o jogo, caiu na dança. Sempre achei que a crítica seria a última trincheira, a última barricada antes do triunfo publicitário. Mas não: de uns tempos pra cá ela parou de se revoltar contra a publicidade. Após deixar de se incomodar, começou a achar que a publicidade não só não era tão má quanto se pensava, como ainda trazia coisas boas. E agora veio o pior: nem sabe mais distinguir o que é e o que não é publicidade. Perdeu o olhar. Responde de modo favorável, ou complacente, ou negligente. No caso da negligência, é assustador: simplesmente não consegue mais perceber o mundo se trocando por signo publicitário. Olha para um papel de parede e vê o mundo. E escreve sobre o papel de parede como se falasse do mundo. A publicidade e suas práticas mais hediondas se naturalizaram no cinema (brasileiro, mas não só). Nessa visão de cinema, o “criar” não é mais identificado a um trabalho dinâmico com a matéria; é um retrocesso simbólico, onde a idéia passeia livre, leve e solta – a idéia sobrevive à perda de vínculo com o pensamento e com o olhar. É o mar sendo substituído por “um grande azul de síntese”; o ator servindo de portfólio para o preparador de elenco. O filme sendo uma embalagem para uma idéia de filme. E essa idéia é sempre rasa, sempre retrógrada, não tem como ser de outro jeito.

No cinema brasileiro, 2008 foi um ano não muito diferente dos anteriores: ruim na média, porém salvo da apatia pelos cineastas de exceção (Bressane, Carlão, Mojica, Tonacci – tudo que se pôde ver de realmente criativo e brilhante veio exclusivamente de veteranos). Mas olhando para a recepção da crítica, constatando quais foram os filmes mais discutidos, Ensaio sobre a cegueira e Linha de Passe liderando com folga, a impressão que tenho é que está tudo bem, o cinema brasileiro está fazendo os filmes que os críticos pediram alguns anos atrás (ao menos é assim com Linha de Passe: o cinema que não julga personagens, fala dos problemas do Brasil pelo filtro justo da câmera afetiva e do final aberto), então eles estão satisfeitos. Como estrutura de produção, a publicidade já tinha vencido no país há pelo menos dez anos (salvo exceções, as mentalidades que regem os projetos, desde o orçamento à organização do set, são inteiramente derivadas da publicidade). Depois venceu também como estética. E agora, como se não bastasse, recebeu a última medalha que lhe faltava, a da crítica. Esse título conquistado pela publicidade significa que finalmente os filmes conseguiram que nós não os acusemos mais de parecerem publicitários. Eles pedem para que não sejam julgados e atendemos ao pedido.

Pois os dois líderes de holofotes em 2008 representam dois tipos antagônicos de publicidade; filmes em total sintonia com uma época pouco afeita ao espírito crítico, porém muitíssimo afeita à retórica e ao pensamento institucionalizado. De um lado, o excesso, o exagero, o esteta histriônico, a publicidade enérgica, que impõe a concatenação rápida de signos ululantes, um filme perfeito para quem gosta de “ler” filmes (Ensaio sobre a cegueira). Do outro, a retração, a afasia, a concha segura do olhar voluntarista, inofensivo, a publicidade bem intencionada, que parte da fórmula “o universal é o mais local possível” (Linha de Passe). Em ambos, o humanismo lúdico como válvula de escape.

A mise en scène como forma de inteligência, como linguagem unificada da percepção sensível e do conhecimento objetivo do mundo, essa mise en scène está em baixa por aqui.

Analogamente, na crítica, onde um mínimo de atrito se deveria produzir, encontra-se a complacência, o consensualismo, o olhar não-provocativo, confortado pelas imagens, consolado pelo fato de que filmes ainda existem e estes se levam a sério o suficiente para merecer um texto dedicado. O olhar que não cobra, não provoca, não afronta os filmes mesmo em face de sua mediocridade, esse olhar parece dizer: façam qualquer filme, bom ou ruim, consistente ou leviano, fascista ou humanista, mas me dêem o que escrever.

A crítica brasileira não ligou muito para o fato de que em Ensaio sobre a cegueira – cujas imagens estouradas constituem um efeito visual profundamente óbvio enquanto transposição da significação para a forma – faltou a Meirelles a desconfiança do bom artista, que hesita diante do caminho mais fácil (não confundir com o mais simples) e termina por rejeitá-lo, e sobrou-lhe a convicção do bom publicitário, que se regozija de suas idéias paquidérmicas, de seu modo de significação agressivo, descarado, que renuncia à criatividade sem crise de consciência, já que amparado pelo bom funcionamento das imagens. Os filmes, hoje em dia, precisam acima de tudo funcionar. O verbo invadiu os sets de filmagem e agora também a crítica: atrás da câmera ou na frente da tela, todos procuram a imagem que funciona. Eis porque a crítica não se incomodou com Blindness e no geral aprovou, pois reconheceu ali um bom discurso-através-de-imagens, uma boa transcrição visual do texto. Reconheceu um filme que funciona, e isso, cada vez mais, é o que lhe basta. Miséria da crítica.

Mas questionemos também o filme, sua estética, e não apenas sua recepção: desde quando a isquemia da forma é a melhor expressão de um mundo espiritualmente gangrenado? Será que tudo aquilo que regeu a obviedade estética de Ensaio sobre a cegueira era mesmo fruto de um pensamento sobre a forma, ou não passou de uma frivolidade, de uma falta de objetivos outros que não a excitação, o choque, o conteúdo leviano das mensagens? Houve quem enxergasse no filme – sem dúvida alguma tendo em mente o aval de Saramago – o protesto de uma alma nobre contra a corrupção moral de sua época. Partindo dessa perspectiva, e fingindo que Meirelles acertou no tom, concluiríamos que ele atingiu o terreno da sátira, gênero no qual os romanos, perante as vicissitudes de seu império, foram mestres. Ora, para conduzir a sátira ele precisaria dispor de uma sabedoria aguda, de uma zombaria elegante, de uma raiva sarcástica, ou seja, ele precisaria de tudo aquilo que falta a seu filme.

Houve também quem narrasse a experiência de assistir a Ensaio sobre a cegueira como de grande intensidade, sempre flertando com o desagradável das imagens. Essa mesma intensidade deve existir em uma propaganda de cartão de crédito, pois ontologicamente se trata da mesma coisa, e o que define em grande parte a natureza da experiência é o teor ontológico das imagens, para além de seus enunciados (que, de todo modo, seriam também os mesmos, as propagandas de cartão de crédito nada mostram senão um mundo igualmente degradado, cujo verniz de superfície nos é entregue sob a forma de mercadoria visual, apenas confundindo essa degradação com bem-estar social e financeiro).

Onde esteve a crítica nisso tudo? Não se pode dizer que esteve ausente. Pelo contrário: esteve, na maior parte das vezes, e num bom número de veículos, entregue a discussões (prolixas). Porque se o filme funciona, ele dá o que falar. E a crítica está menos preocupada em ver uma obra que a obrigue a pensar a forma e manifestar o gosto (essa ferramenta indispensável do crítico, ultimamente tratada como opcional e, não raro, afastada do “oficio”) do que em ter o que discutir. Quanto menos um filme sacudir sua posição de analista de discurso, quanto menos o impelir a reavaliar seus parâmetros, mais longe vai a discussão (nunca mais fundo), pois tende ao vazio, e o que tende ao vazio dura indeterminadamente. Às vezes me ocorre, lendo boa parte dos textos e dos debates, que os críticos de cinema no Brasil estão cada vez mais parecidos com os comentaristas de futebol: analisam os jogos em repetitivas e enfadonhas mesas redondas, mas não arriscam dizer para que time torcem. Em teoria, isso seria uma espécie de profissionalismo, de maturidade, uma certa imparcialidade sóbria. Na prática, isso representa o esvaziamento do espaço crítico e a iminência de um estado acrítico. Calar o juízo estético e gerar infinitas análises, debates, opiniões; viver em paz mesmo com os filmes mais medíocres, ou mais publicitários; abandonar a provocação, o rigor; tornar-se imune a gostos ou desgostos profundos: tudo isso é no mínimo muito perigoso, se quisermos manter viva não uma postura intelectual dentre outras, mas uma postura crítica.

No limite, os especialistas estariam procurando nos filmes não mais a beleza, as emoções ou o sentido geral da obra. Eles estariam procurando compreender o que o diretor está dizendo – sentindo-se até mais generosos ao fazê-lo, mas essa generosidade é traiçoeira e num segundo momento se revela o disfarce predileto da complacência –, captar a mensagem (e, através disso, cultuar sua própria sensibilidade, sua percepção, sua capacidade de articulação, em suma, sua “personalidade crítica”), pescar as idéias que motivaram as imagens fora das imagens (fugindo, assim, da evidência do filme). Procurando o projeto, o produto, não a obra. Derrota da mise en scène, triunfo dos efeitos de enunciação – publicidade de novo.

O próprio personagem não importa mais. Importa o autor, o olhar do autor (Godard há mais de dez anos já tinha mandado uma carta-bricolage para a Cahiers du Cinéma falando dos efeitos nefastos da procura constante pelo autor). Parece inconcebível, mas ninguém se importa mais com o fato de alguns filmes mostrarem personagens desinteressantes, em ações desinteressantes, nulas, vazias, estúpidas. Os críticos estão preocupados em saber se o olhar do diretor é justo ou não, carinhoso ou não, articula um bom discurso ou não, etc. A perda de conexão com o personagem denota a perda de conexão com o mundo dos filmes. Não interessa mais o mundo, interessa a mensagem e seu dono (seu proprietário). Morte da fascinação.

O cativante da ação de um personagem, cabe aqui expor, não está necessariamente no seu potencial de espetáculo, nem na sua qualidade de intriga. Em alguns dos melhores filmes de John Ford, por exemplo, os personagens passam 90% do tempo sem fazer nada de intrigante. Só que alguma coisa acontece quando vemos John Wayne pilotando seu jipe em Donovan’s Reef, ou falando sobre os males de mascar tabaco em Legião Invencível, ou comparando sua altura com a do seu filho em Rio Grande. Alguma coisa acontece porque estamos vendo um mundo, e isso nos fascina. Estamos vendo um gesto e um espaço, e a mise en scène desse gesto nesse espaço.

Nos filmes brasileiros mais debatidos em 2008, faltou a presença de um mundo. E que tipo de mise en scène se faz sem um mundo? Não se faz mise en scène, se faz publicidade. É a enésima manifestação (que, como uma alergia, vem pior a cada vez que se manifesta) de tudo aquilo que Godard foi o primeiro a constatar com melancolia (cf. Duas ou três coisas que eu sei dela: redução violenta da imagem em função da superfície, o mundo sendo achatado pelos signos da publicidade, e o cinema à procura do arrière-monde que essas imagens-clichê escondem, negam, apagam terrivelmente – mas Godard é astuto o suficiente para, como observou Bonitzer, encontrar a via-láctea numa xícara de café expresso).

O problema de Linha de Passe, portanto, não é a ausência de intriga ou as ações “pequenas” de seus personagens, mas é um fator anterior, um mal difícil de curar, desencadeado no momento em que seus eventos se tornam simulacros de significações (como, aliás, já ocorria desde Central do Brasil), em que seu mundo se troca por um painel publicitário que mostra São Paulo pela ótica do marketing social: campanha eleitoral (o cineasta agindo como o candidato que vai lá na periferia, abraça os pobres, passa a mão na cabeça de todos, posa de bom moço, depois volta pro lugar confortável de onde veio e do qual nunca saiu, a vida segue como ao final de uma eleição que deixou tudo em suspenso, por mais que se tenham alimentado expectativas, crenças) e campanha de conscientização (lembrar daquela asquerosa câmera subjetiva do rapaz que quer ser jogador de futebol “fritando” na cena da festa, comparável às piores vinhetas antidroga da MTV, ou mesmo do ministério da saúde).

Quando penso na gênese de filmes como Linha de Passe e Ensaio sobre a cegueira, imagino uma sala fechada, com pessoas discutindo uma idéia que expulsa para longe de si toda exterioridade, em favor de uma operação puramente abstrata, que não encontra satisfação senão em si mesma. Essa cena imaginária seria apenas mais um capítulo da “retomada”, não fosse o dado novo, o da crítica que quer debater, mas não quer criticar. A diferença entre uma atividade e outra, assim como a diferença entre o cinema e a publicidade, é o que precisa urgentemente ser resgatado.

Porque hoje é sábado, Aishwarya Rai

Se você pesquisar no Google “a mulher mais bela do mundo” …

… em português, inglês, italiano, espanhol e francês, não terá como resposta …

… uma maioria de Ingrid Bergmans ou Marilyn Monroes. A vencedora será …

Aishwarya Rai!!! Com 35 anos e conhecida no ocidente como Ash, esta indiana é a grande campeã.

Ela estudava arquitetura quando foi convidada para fazer um comercial da Pepsi.

Instantaneamente, tornou-se mania nacional indiana.

Depois foi chamada e chamada e chamada para estrelar filmes em Bollywood, …

mas continuou apenas fazendo comerciais.

Pois queria ser arquiteta. Demorou a parar com esta bobagem.

Ainda estudando, candidatou-se a Miss Índia e ganhou.

Depois ganhou o Miss Mundo e só então abraçou Bollywood.

O grosso da produção bollywoodiana é de matar.

São filmes que misturam dramalhão mexicano com vídeo-clipes românticos.

Está todo mundo chorando desesperadamente. Aí, entra a música e todos cantam e dançam.

Repugnante. Ah, e é aquela coisa pudica.

Mas talvez gostasse daqueles estrelados por ela.

Ai, Aishwarya Rai, Ash, por ti eu cantaria e dançaria, roubaria e mataria.

A ignorância de Paulo Francis

Quando Paulo Francis (1930-1997) morreu, em fevereiro de 1997, provavelmente devido a um erro médico, morria com ele uma de minhas maiores diversões, que era a de procurar erros em sua coluna Diário da Corte. Todo domingo de manhã, tomava café tentando identificar seus chutes e comemorava cada bola para fora cantando os primeiros compassos da música de abertura para o futebol no Canal 100 (“Na Cadência do Samba”, de Luís Bandeira, depois rebatizada para “Que Bonito É”). Hoje minha memória já não é aquela de antes dos 40 anos e esqueço muitas coisas, mas os artigos do jornalista, cheio de referências culturais equivocadas, faziam a alegria de quem era um catálogo ambulante como eu. Fui um adolescente que lia muito e decorava as coisas sem desejá-lo, conhecia bem as obras de muitos autores que Francis citava, assim como também coisas perfeitamente inúteis: a lista de ganhadores do Nobel, o nome de cidades do interior da Mongólia ou a população de Mossoró no último censo…

Não pretendo falar sobre suas participações na TV. Via pouco os jornais onde ele fazia comentários e lembro mais de sua cara de batata inglesa ao lado de Lucas Mendes no Manhattan Connection, comentando as coisas de Nova Iorque com alguma indulgência, atacando nossas jequices e procurando polêmica, quesito em que foi um mestre. Ainda ouço seu sotaque e sua forma de falar muito própria, que continha em si boa dose de riso. A morte de Francis, ocorrida dois ou três dias após uma gravação do Manhattan, foi estranha. Quase todas as pessoas sabem que dificuldades para respirar e dores no ombro que irradiam para o braço esquerdo são prenúncio de infarto. Francis sentia exatamente estas dores há cinco dias, mas elas foram tratadas por seu médico e amigo particular, Jesus Cheddar, com uma injeção para minorar a dor.

Não simpatizava nem um pouco com Paulo Francis, mas reconheço nele um excelente cronista. Tinha texto irresistível e suas provocações — muitas vezes racistas e gratuitas — eram cuidadosa e sutilmente bombásticas. O que gostava mesmo em Francis — nascido Franz Paulo Trannin Heilborn –, era de encontrar seus incontáveis erros. Acreditava ser quase um solitário nesta arte até que, na semana passada, ganhei de presente o livro Vida e Obra do Plagiário Paulo Francis de Fernando Jorge. O livro, de 1996, traz 502 páginas recheadas não apenas de equívocos espetaculares, mas – pasmem – de plágios! O livro tem o subtítulo O Mergulho da Ignorância no Poço da Estupidez… Waaal, não cheguemos a tanto. O subtítulo mostra bem o que é o livro: o estilo de Fernando Jorge é permanentemente furibundo contra Francis, o que, se por vezes lhe dá um jeito de Céline ou de Bernhard, por outras fica tão exagerado que torna-se cômico. Fico pensando na incoerência que é não conferir o que escrevia ao mesmo tempo que esmerava-se em copiar… E Fernando Jorge comprova cópias e mais cópias num tempo em que ainda não existia o Ctlr C – Ctrl V. Pô, dava trabalho copiar!

O que me interessa no livro é a constatação do quanto perdi em meu “ludus”. Muito mais importante do que ler absurdos como o fato de que Jane Austen era lésbica (não era) ou de rir sobre o fato de que Beethoven ficara indignado com Mozart em 1770 (ano de nascimento do primeiro) é a percepção de seus plágios. Com incrível erudição e minúcia, Fernando Jorge organiza o livro em seções chamadas, por exemplo, de:

— A Vida de um Plagiário (págs. 1 a 108);
— Os Plágios Intermináveis de Paulo Francis (págs. 109 a 210);
— As Intermináveis Informações Erradas de Paulo Francis (págs. 211 a 294);
— Os Erros Monumentais de Paulo Francis no Campo da Literatura (págs. 329 a 358);
— Os Impressionantes Erros do Paulo Francis no Campo da História (págs. 359 a 418).

Sim, Fernando Jorge é o rei dos superlativos.

Voltando a mim e a minha diversão, informo a vocês que fui um adolescente apaixonado pela literatura inglesa e russa. Francis o era igualmente, só que, não conferirindo o que escrevia, cometia equívocos engraçadíssimos como o já citado sobre Jane Austen — que pode ser um ataque inconsequente — ou, por exemplo, sobre o fato de Charlotte e Emily Brontë serem gêmeas (Charlotte nasceu em 1816. Emily em 1818…) ou ainda — o melhor de tudo — escrevia frases tão inconsistentes como “Poucos Escritores se interessam por animais, D.H. Lawrence é um dos raros. Seus poemas sobre bichos são extraordinários.”… Ora, ainda hoje, posso citar mais de 20 escritores iguais ou maiores que o citado David Herbert e que escreveram poemas, contos ou romances sobre e com bichos. Só na querida literatura de língua inglesa de Francis há Edgar Allan Poe, Melville, Jack London, Mark Twain, Steinbeck, Bellow, Lewis Carrol (!), Rudyard Kipling (!), George Orwell (!), T.S. Elliot (o único escritor que me fez gostar de gatos), Oscar Wilde, etc. só para citar os primeiros que me ocorrem. E este gênero de afirmativas era feito a cada coluna.

Em minha opinião, além da truculência, há um grande problema no livro de Fernando Jorge. Ele não explora um notável filão: o da música erudita. Era o que mais me deixava feliz. O terreno ultraperigoso da música erudita não permite amadorismos; aqui não tem jeito, ou percorremos um longo e prazeroso aprendizado ou é melhor não se aventurar a escrever a respeito. São necessários anos de vivência auditiva — e de outras vivências — antes de partir para os comentários ambiciosos. Por isto, há tantos comentários “poéticos”, que fazem referências a sentimentos sugeridos pela música e que não conseguem estabelecer vínculos com outras obras. Porém, o que não faltava a Francis era coragem. Seus comentários sobre as sinfonias de Haydn me causavam, machadianamente, frouxos de riso. Há uma pequena obra sensacional de Peter Gammond traduzida no Brasil. Este livro, O Manual do Blefador de Música Erudita ensina-nos, em apenas 100 páginas, a simular profundos conhecimentos de música erudita. É engraçadíssimo e Francis deveria lê-lo para não relacionar Haydn à angustia, coisa que gostava de fazer. Francis, durante um período, dedicou-se, sabe-se lá porque motivo, às sinfonias de Haydn. Era uma pândega. Cito Gammond de memória: “Haydn seria tão grande quanto Mozart se não tivesse sido tão irremediavelmente feliz… Só no final de sua vida, ao ser obrigado a cumprir prazos para entregar suas últimas sinfonias ao empresário e violinista Salomon, é que notamos aquela pitadinha de drama que lhe faltava. Mesmo assim, é quase nada. Suas Missas e Oratórios, por exemplo, são festas de cabo a rabo. Qualquer tristeza dura pouco. Nunca esquecer que ele viveu muito e foi professor de Mozart e Beethoven”.

Realmente, não detesto a “bicha amarga” (*), como Caetano Veloso o chamou. Sinto sua falta. Comparados com ele, os Mainardi e os Reinaldo de Azevedo da vida são um saco, pois para arriscar-se e chocar é preciso ter talento. Ator medíocre transformado em temido crítico teatral, romancista médio transfigurado em leonino crítico literário, Francis era notável provocador e hábil “parodista”.

O livro: Vida e Obra do Plagiário Paulo Francis, de Fernando Jorge. Geração Editorial, 1996, 502 páginas. Acaba de sair uma nova edição.

(*) A propósito, Hélio Fernandes, que foi amigo-inimigo de Francis por longos anos, revela: “Paulo Francis adora falar em sexo, mas deveria ser a última pessoa a falar a respeito porque nesta matéria ele é rigosamente invicto, nunca praticou sexo nem de um lado nem de outro. Ele é o que se chamava na Segunda Guerra de não-beligerante”. Pô, o Caetano também não acerta uma!

A apresentadora é lindíssima, os cabelos de Luciana Genro experimentam vaga rebeldia e eu rio muito de tudo isso…

… esperando que seja verdade e que descubram mais um cara do PP-RS… Comprova, PSOL, comprova tudo! Vão nos decepcionar agora?

Louco por Beethoven

Pois pensei ter ouvido as 32 Sonatas para Piano de Beethoven em dois dias. Foram mais de dez horas de música. Não indico tal empreitada a quem não conheça as sonatas, pois acho que a falta de convivência com elas pode causar uma massa de milhares de notas sem maior sentido. Por que fiz isso? Ora, Beethoven escreveu sonatas durante toda sua vida e pensei que seria interessante ouvir a evolução de sua linguagem através delas.

Foi uma boa idéia, não me arrependo. Para fazer a maratona, escolhi a versão do estupendo pianista ucraniano Emil Gilels (1916-1985), que gravou a quase integral para a Deutsche Grammophon. Fiz excelente escolha de pianista, mas… a versão de Gilels tem apenas 29 sonatas e as 15 Variações e Fuga sobre o tema de Prometeus da Eroica. Ele estava completando a série quando faleceu. Dei-me conta da incompletude da série quando notei a falta da transcedental Sonata Nº 32, Op. 111, sobre a qual tinha escrito aqui, referindo ao famoso capítulo 8 de Fausto de Mann. Para minha sorte, as outras duas sonatas faltantes acrescentariam pouco ao mosaico. Estão lá a nº 29, a imensa Hammerklavier — premiada pela revista Gramophone como a melhor gravação do ano de 1984 –, a Moonlight, a Patética, a Appassionata, a Waldstein, a 13ª e as últimas, com exceção da 32ª.

Gilels teve uma morte bem ao estilo da guerra fria. Já fora vítima de um ataque cardíaco em Amsterdam em 1981, mas o ocidente, auxiliado por Sviatoslav Richter, atribuiu sua morte a um médico incompetente do Hospital do Kremlin, que teria errado o conteúdo de uma injeção… Acredite quem quiser.

Para descrever a evolução do compositor através das sonatas seria preciso escrever um livro. Apesar de Beethoven ter morrido em 1827, sua evolução parece ultrapassar seu ano de morte: vem desde a virada do século XVIII para o XIX, impregnado que estava de seus contemporâneos de juventude: Haydn e Mozart; entra decidido no romantismo com obras fortes e grandiosas — expressão às vezes paroxística de um romantismo muito bem compreendido por sua época — e, paradoxalmente, avança em direção ao século XX, tornando-se modelo e norte para os compositores que o sucederam, ao menos até o início do século XX. “Entenderão depois”, dizia Beethoven a quem criticava esta fase “inacessível”. Torna-se um espantoso criador de arquiteturas que, se foram melhor apresentadas nos últimos quartetos, também o foram nas sonatas. Estamos diante de uma culminância da arte ocidental. Sim, o homem foi um monstro só comparável a Bach, deixando Brahms, Mozart e Bartók empatados no segundo lugar de meu panteão particular.

Gilels talvez tenha a melhor versão das sonatas. As clássicas versões de Arthur Schnabel e Wilhelm Kempf estão no mesmo patamar esta turma póstuma só é derrotada quando o italiano Maurizio Pollini — que não tem a integral delas — ataca as chamadas últimas sonatas e algumas românticas, como a Waldstein. Todos tem suas manias e eu não fujo à regra. Quando quero analisar um pianista tocando Beethoven, vou direto à Waldstein. Visceralmente romântica, radicalmente contrastante, obriga o pianista a passar da obsessão furiosa do primeiro movimento para a lenta solenidade do movimento central que dará lugar a um delicado final. Ninguém, mas ninguém supera Maurizio Pollini nestas variações assombrosas, talvez inconcebíveis, de humor. E a segunda melhor gravação que ouvi desta sonata vem de um irlandês que gravou uma importante integral das sonatas pela Telarc e do qual se fala muito pouco no Brasil: John O’Conor.

A Hammerklavier (Pianoforte) e a Op.111 de Pollini também são imbatíveis. Imaginem que Beethoven indicou que sua sonata Op. 106 tinha de ser tocada no piano, pois muitos ainda utilizavam o cravo!

Não conheço todas as integrais. Ouvi as citadas e mais a de Arrau, que não acrescenta muito. Vou parar por aqui porque me deu vontade de ouvir a Waldstein com o Pollini, ao vivo. Fui.

Da vida besta

Casas entre bananeiras
mulheres entre laranjeiras
pomar amor cantar.
Um homem vai devagar.
Um cachorro vai devagar.
Um burro vai devagar.
Devagar… as janelas olham.
Eta vida besta, meu Deus.

CIDADEZINHA QUALQUER – Carlos Drummond de Andrade

Acho que enganei vocês. O post de ontem à tarde tinha fotos mais antigas, de outro fim de semana passado em Itapema/SC. Como vocês perguntaram sobre o hotel fazenda onde eu estava e que presumivelmente teria uma praia próxima, vou explicar como não é nada disso.

Nós — eu, minha mulher, minha filha Bárbara, meu sobrinho e meus sogros — estávamos no Hotel Fazenda Olho d`Água em Camaquã, longe do mar. O lugar é lindo, a comida é esplêndida, mas se os avós estavam lá para descansar e eu para ler e ouvir música tranquilamente, os outros queriam andar a cavalo pelos campos por horas e horas. Só que o sistema da fazenda exigia que o monitor acompanhasse os cavaleiros, que os cavalos fizessem as mesmas trilhas e tudo se tornou muito chato. Quem conhece um pouco de cavalos sabem que eles decoram os caminhos e então nem precisam ser dirigidos. É chato mesmo. A gente sobe no animal, ele identifica a programação do turno e cumpre apressadamente o circuito, louco que está para voltar à sua vida besta. No ano passado, fomos a um outro local em que as cavalgadas eram livres… Tinham prometido que o mesmo ocorreria na Olho d`Água, mas…

Mas meu sogro resolveu cair da cama de cara no chão. Chegou para tomar o café da manhã cheio de esparadrapos. Parecia um palestino vítima de estilhaços de uma bomba. Não obstante, sorria, sabedor do cessar-fogo. Estava confiante de que se equibraria sobre a cama nas noites seguintes. Parece que foi bem sucedido, mas…

Mas a comida me fez engordar. Estava fazendo um enorme esforço para diminuir minha capa de gordura. Em três semanas, tinha baixado de 80,5 Kg para 76,3. Uma odisséia esse negócio de tornar-se uma picanha menos apetitosa. Pois quatro dias de vida besta e extraordinária gastronomia foram deletérios, muito. Dona Valdirene, a cozinheira da fazenda, calibrou meus pneus em 78,8 Kg. Dois quilos e meio ganhos em honra dela.

Voltei para trabalhar, mas eles acabarão voltando antes. Hipoequinemia severa, sacam? são uns doidos.

Confiram abaixo a beleza da fazenda:


Na falta de cavalos, joga-se o ódio nas pobres bicicletas…


Não é uma grande obra, mas é surpreendente que esteja onde está.


O lado direito do hotel.


O outro lado. Incrível, não tirei fotos frontais…


Bárbara observa as possibilidades da piscina…


… que é muito boa, apesar da hipoequinemia que se alastra por seu corpo.


A buganvília.


E eu, brincando de Magritte ou Hopper. E fim.

Desafio a um homem de caráter


Pessoal, eu juro. Estava andando calmamente pela rua quando fui desafiado. Há momentos em que a covardia não é permitida a um homem de caráter.


Devemos reconhecer o momento de demonstrar nossa grandeza. Então, sem titubear, fui analisar o terreno onde se realizaria a pugna.


Sentei-me à mesa e tratei de encarar meus adversários um a um.


Nunca me desviei de meus objetivos, nem quando eles pareciam movimentar-se, tentando escapar à minha vigilância.


Em clara manobra diversionista, o aviso que definira minha missão também começava a oscilar. Impedi-o.


Depois, atendendo a conselhos, tratei de ficar bem embaixo do cartaz, com a finalidade de que suas artimanhas ficassem fora de meu campo de visão.


Após muito esforço, alcancei a vitória. Como prova, mostro-lhes o flagrante do pingo da vitória.


Apesar de eu não lembrar de nada, a comemoração deve ter sido memorável. O gosto da vitória!